El trabajo en menores podría ser direccionado
Un niño que trabaja gana autonomía, lo que es una buena influencia que debe ser aprovechada; el problema del niño que trabaja es que obviamente no goza de las mismas oportunidades de aquellos que no lo hacen. El trabajo no es malo, lo malo son las condiciones de explotación y de abuso en las que se encuentran muchos de estos niños.
Un niño que se encuentra solo en la calle, decide si el trabajo de ese día fue suficiente o no. Los niños que trabajan desarrollan su personalidad más rápido, y tienden a relacionarse y a comunicarse de diferente manera.
Para quienes laboran en los centros de ayuda, lo primordial es, entonces, brindar estudio, recreación, atención en salud y una alimentación nutritiva que les permita desarrollarse físicamente, lo cual ayuda al “precoz” desarrollo al que se enfrentan... lo que debe procurarse, a fin de cuentas, es que lo que el niño recibe de la calle se transforme en positivo. Los niños que trabajan lo hacen, evidentemente, porque lo necesitan, porque tienen una familia pobre que necesita ese ingreso, y ese es un panorama a considerar.
De acuerdo con estadísticas, la edad promedio de niños que comienzan a trabajar es a los 9 años; sin embargo, en las calles podemos ver niños realizando diferentes trabajos desde los 5 años.
Por otro lado, la problemática no es solamente plantear la disyuntiva estudio o trabajo. Las escuelas no entienden la dinámica de los menores; por lo general, no se valora su situación singular ni el esfuerzo que hacen y terminan dejando la escuela o son expulsados.