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Los alumnos que realizan esta actividad participaron con sus declamaciones por el día del periodista

El poder de la palabra se refleja en el club de oratoria del Instituto Nacional Mejía

El poder de la palabra se refleja en el club de oratoria del Instituto Nacional Mejía
18 de enero de 2015 - 00:00 - Diego Andrade

Desde los tiempos en que los primeros hombres salieron a ver el mundo con sus propios ojos, se vieron a sí mismos frente una urgente necesidad: comunicarse era esencial, pues, ¿cómo decirle a tu hermano, a tu amigo, a tu mujer, que el peligro estaba cerca?

Comunicarse era, y a pesar de la constante evolución social del ser humano, es y seguirá siendo fundamental. Aunque las maneras de hacerlo cambien, hay una en particular que ha dejado huella sobre nuestra sociedad: la oratoria —que se define como el arte de hablar con elocuencia—.

La oratoria ha sido la herramienta utilizada por un sinnúmero de personajes a los largo de la historia, varios de ellos, inclusive, se han ganado al pueblo en sus diferentes luchas. Desde Martin Luther King, y su sueño de ver un mundo menos desigual para los afroamericanos; hasta Velazco Ibarra, con su famosa frase: “Dadme un balcón en cada pueblo y seré presidente”.

Con estos antecedentes, el Instituto Nacional Mejía es cuna de magníficos oradores. Incluso su patrono, José Mejía Lequerica, en su calidad de diputado en las cortes de Cádiz, en la época de la Colonia, fue un laureado y brillante hombre que supo defender las causas americanistas con el temple y el valor que caracterizaban sus intervenciones.

Siguiendo esta tradición, el Club de Oratoria del Colegio Mejía ha formado excelentes elementos, con una reputación bien ganada tanto dentro como fuera del Instituto. De manera que las nuevas generaciones deciden acercarse al club para continuar con su herencia.

Wendy Jerez, estudiante de 10º año de educación básica, lleva 2 años en el club; dijo que en la oratoria encontró una manera de apreciar más la cultura y el conocimiento; aunque ha participado solo en concursos internos, señaló que su gusto por esta actividad vale más que un premio.
Karina Pasquel, de 10º año, destacó que con el tiempo y la práctica, la timidez se vuelve cosa del pasado. La joven se interesó por el club cuando observó a uno de sus compañeros realizar una presentación en los primeros días de clases. “Ver la facilidad de palabra, el convencimiento y la tenacidad presentes en los discursos de los chicos me inspiraron a querer ser como José Mejía Lequerica”.

Por su parte, Sara Calderón 1 º de Bachillerato, se acercó al arte de la declamación a petición de su padre y hermana. A pesar de ser una de las novísimas integrantes del club, se muestra con un desenvolvimiento propio de un gran y experimentado orador.

“Quiero ser política. No hay que temerle a la política sino a la politiquería” —afirmó Sara— mientras que, con voz firme y mirada decida, agregó: “si uno tiene buenas ideas, no es suficiente, también es importante saber convencer”.

Además, Sara comentó que no solo los nervios y el pánico escénico le juegan malas pasadas, sino también la falta de apoyo y el desinterés de la juventud. “No sabe aprovechar su tiempo en cosas buenas”, dijo.

Rommel Armas, quien ha estado ya 3 años practicando, recuerda entre risas muchas de sus anécdotas. “Recuerdo como una vez, por esas coincidencias de la vida, otro participante eligió la misma frase que yo para iniciar su intervención; él lo hizo primero y sentí que yo estaba perdido, pero yo la dije mejor y cuando el concurso terminó y los jueces dieron su veredicto yo obtuve el mejor lugar”.

Rommel comentó que su figura a seguir es el general Eloy Alfaro, líder de la revolución liberal. Añadió que actividades como estas “más que enseñar a hablar con elocuencia, ayudan a quitar la venda que ciega a la sociedad”.

Daniel Armas de 3º de bachillerato lleva 1 año asistiendo al club; a simple vista se puede percibir cómo motiva a sus compañeros con su entrega y dedicación. Como estudiantes de último año, él y sus compañeros son los encargados de transmitir el sentimiento, no solo por ‘el bello arte de la palabra’, sino también por su centenaria Institución, la cual se ha encargado, directa o indirectamente, de darle un empujón, por más pequeño que sea.

Daniel narró una anécdota en la cual, al trasladarse hacia un intercolegial, el conductor del taxi al que se subió con sus compañeros, les cobro tan solo la mitad, por ser “guambras del Mejía”. Se trataba de un egresado y su esposa; él, en su juventud, había sido parte del club. La pareja hizo del viaje un buen desestresante, puesto que compartió algunos recuerdos del colegio antes de la competición. “El Mejía es una gran familia.” finalizó el conductor.

Luis Tapa, alumno del Mejía, está a un paso de convertirse en egresado y es uno de los nuevos integrantes del club. Luis se prepara junto con los demás para competencias internas. “La oratoria me ayuda a expresarme sin tapujos, sin miedo y con sentimiento”, afirmó.

Al preguntarle sobre qué personaje lo impulsa a continuar en el mundo de la oratoria dijo que es su amigo Herry Tixi “Más que mi compañero, mi amigo, es mi ejemplo a seguir”.

Henry Tixi es alumno de 3º de bachillerato y presidente del club pues miembro de aquel desde hace 6 años. Contó que fue un profesor quien lo descubrió “Muchas cosas han cambiado —añadió— el concepto y la visión de la juventud actual sobre la cultura, ha decaído de manera extraordinaria”.

Henry aseguró que existe un alto grado de despreocupación de los estudiantes hacia actividades como la oratoria. Hizo énfasis sobre el apoyo que necesita el club. “Nosotros no competimos por un premio sino por la gloria de representar a nuestro colegio y dejarlo siempre en lo más alto”. 

Henry continúa compartiendo un poco sobre la historia del club, recordando al personaje más relevante e importante para todos los oradores que han pasado por estas aulas, se trata de René Pozo Astudillo, docente de la institución, de quien siempre obtuvo un magnífico ejemplo, pues se trata de uno de los mejores profesores del país. “Siempre nos guió por el camino del bien”, comentó.

Aunque René Pozo ya se jubiló, es uno de los pilares del club de oratoria. Actualmente, Rubén Román y Ángela Mosquera, maestros de la institución, son los responsables de tomar la batuta. “Gracias a su gran esfuerzo y paciencia hemos conseguido un lugar verdaderamente adecuado para nuestras prácticas y, además, nos enseñan a reconocer y a aprender de nuestros errores. Sin duda son 2 personas admirables y comprometidas con la causa” comentó Tixi.

Es conocido el amor que sienten los estudiantes por el ‘Patrón’, que egresados siguen apoyando y alentando el talento naciente de las juventudes que los preceden.

Leandro Narváez es uno de ellos, recordó con orgullo y nostalgia los concursos, las caídas y las alegrías, siempre en compañía de sus amigos, quienes tenían como meta siempre dejar en lo más alto el nombre del colegio.

Leandro recordó que en su primera participación, por la falta de transporte, tuvo que arreglárselas como sea para llegar al lugar de la competencia, junto con sus compañeros hizo ‘vaca’ para ir en taxi, para llegar a tiempo. “Tuvimos que subir una cuesta corriendo, llegamos sudados y casi sin aliento y con pocos minutos para prepararnos, pero aun así ganamos”. Su modelo a seguir es Ernesto el ‘Che’ Guevara, de quien toma la frase, “En la Tierra hace falta gente que haga más y prometa y cuestione menos”.

Narváez concluyó que poco a poco se ha perdido la identidad, la decisión de ser el mejor, también indicó que la falta de apoyo a esta actividad, no ha sido un impedimento para sobresalir, aunque ha hecho más difícil la tarea.

Estos jóvenes rebeldes y consientes, inspirados en figuras como Eugenio Espejo, José Mejía Lequerica, Eloy Alfaro, Jaime Roldós, Ernesto Guevara y otros destacados oradores, buscan plasmar sus ideales y convicciones por medio de sus palabras, sorteando obstáculos propios y ajenos, junto con sus profesores, como la falta de apoyo y los nervios, pero siempre entregando todo de sí.

Porque aunque el camino de la vida sea difícil, en este tipo de situaciones se aprende a templar el alma y, sin duda, estos estudiantes del Instituto Nacional Mejía tienen el alma de acero.

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