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Los recursos se invertirán en temas de educación, salud, vivienda y saneamiento

El paraíso de flora y fauna está en Ecuador y se llama Yasuní

El Parque Nacional Yasuní es considerado como una de las zonas más biodiversas del mundo por la gran cantidad de flora y fauna que posee. Foto: Archivo / El Telégrafo
El Parque Nacional Yasuní es considerado como una de las zonas más biodiversas del mundo por la gran cantidad de flora y fauna que posee. Foto: Archivo / El Telégrafo
17 de mayo de 2015 - 00:00

Por Leonardo Flores, estudiante del colegio Nacional Mejía

Hubo un tiempo en el que la Tierra era como una enorme bola de fuego, pero las llamas que en ella ardían eran vida, vida en su máximo esplendor, plantas y animales poblaban casi todo el globo, hasta que pisó sobre ella una especie que se llama a sí misma inteligente, que a pesar de contar con un estado ‘superior’ de razonamiento, en muy poco tiempo, apagó ese fuego vital.

Una brasa ardiente, eso es lo que es el Yasuní, una pequeña llama que aún arde, pero que se extinguirá si prevalece la ambición de la especie más peligrosa del planeta.

Si se busca en un diccionario la palabra ‘paraíso’, su más exacta definición debería ser Yasuní. Aunque no se conoce a qué lengua pertenece la palabra Yasuní, se cree que significa ‘sagrado’ y eso es lo que mejor representa al Parque Nacional Yasuní.

Este es probablemente uno de los más grandes santuarios de vida de la Tierra y los pueblos ancestrales que en ella habitan, los cuales viven en armonía con la naturaleza.

El Parque Nacional Yasuní fue fundado en 1989 y abarca una extensión de un 1’200.000 hectáreas lo que equivaldría a 2 millones de canchas de fútbol juntas. El Parque, los Campos Ishpingo, Tambococha y Tiputini, además de la Zona Intangible conforman una de las pocas Reservas de la Biósfera que existen en el mundo.

El Yasuní es uno de los lugares con mayor biodiversidad en el planeta: 610 especies de aves, 204 de mamíferos, 140 de anfibios, 120 de reptiles, 170 de peces, cientos de especies de insectos por metro cuadrado, y mayor diversidad de especies vegetales por kilómetro cuadrado que en todo el territorio de los Estados Unidos.

Dentro de la reserva habitan 16 comunidades indígenas entre las que se destacan los kichwas del Oriente y el pueblo wao; a estos se suman 2 comunidades ancestrales que han decidido no mantener contacto con la gente de la ciudad: los Tagaeri y Taromenani que se caracterizan por ser bravos guerreros.

Como en gran parte de la región Oriental, a mediados del siglo pasado arribaron a la zona decenas de misioneros con el objetivo de evangelizar a los pueblos nativos del Yasuní. La llegada del hombre blanco trajo consigo no solo cosas beneficiosas, como educación y medicinas, sino también significó el arribo de la forma de vida más cruel y sanguinaria.

El boom del petróleo, en los años 60, trajo consigo inconvenientes. Desde un principio quienes habitaban en el Yasuní no vieron de buena manera que un grupo de desconocidos llegue con enormes y estruendosos aparatos a destruir todo lo que conocían.

Los anteriores gobiernos aprovecharon la ignorancia y el desconocimiento de la gente, prometiendo riqueza y enormes beneficios para los habitantes de la Amazonía, no obstante, estas palabras quedaron solo en eso, palabras.

La codicia pudo más que el respeto a la naturaleza, a su delicado equilibrio y a quienes de ella vivieron por siglos en absoluta armonía.

La historia de la extracción del petróleo en el país no ha sido digna de destacar, han existido cientos, quizá miles de derrames de esta sustancia en la selva que no han causado más que muerte y destrucción; tal vez se sabe muy poco de esto, porque en la Región Oriental no era motivo de preocupación.

El Oriente ecuatoriano no era más que la región donde se conseguía recursos para el resto del país dejando en la extrema pobreza a quienes siempre fueron los legítimos dueños de este territorio.

Los miembros de las comunidades que viven aquí desde hace mucho tiempo se quejan por el ruido que las dos petroleras ubicadas en esta zona, generan; pero esto es solo el inicio: la extracción del oro negro en el Yasuní inició hace alrededor de 60 años y desde allí, esta actividad ha traído más problemas que beneficios para la región.

Este paradisiaco lugar donde la naturaleza se encuentra en su más pura expresión contrasta con la deforestación, la contaminación y la muerte dejada por el paso de la humanidad, que en su deseo insaciable de consumir, destruye y devasta a su único hogar sin considerar las consecuencias de sus actos.

Lo más preocupante es que, a pesar de la inestabilidad del ecosistema amazónico, el Gobierno actual está por arrancar con la explotación de los Campos ITT (Ishpingo, Tambococha y Tiputini) debido a que para los proyectos venideros se necesitan las ganancias que dejaría la venta de este mineral, pero todo esto a costa de la naturaleza, poniendo al dinero por encima de la vida.

Lo único que el pueblo ecuatoriano espera es que se cumplan las promesas que está haciendo el Gobierno de que la mayor parte de los beneficios económicos se destinen hacia los verdaderos dueños de la Amazonía.

Prometen educación, salud, vivienda para quienes siempre estuvieron olvidados; por coincidencia es lo mismo que se prometió hace 60 años, pero esta vez no volverán a hacer lo mismo, es por eso que debemos vigilar que todo esto se cumpla.

Uno de los principales problemas del Estado ecuatoriano es que nunca se pensó a futuro, nunca nadie se preguntó ¿Qué pasaría si todo esto se acaba, si el petróleo que hoy es abundancia mañana significa pobreza, pues de todos modos nada dura para siempre?

Hoy probablemente ya es demasiado tarde para hacernos esa pregunta, por lo que resulta un tanto utópico desistir de la explotación y buscar formas alternativas y mucho más rentables en las que basar nuestra economía.

Pero después de todo, las metas están ahí para alcanzarlas, los obstáculos para derrumbarlos y los sueños para hacerlos realidad. En las generaciones futuras está el demostrar que es posible mantener una economía estable respetando los derechos de la naturaleza. (O)

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