Estiben Macías no se da por vencido. Lleva dos horas intentando alcanzar la cúspide del palo ensebado, donde hay pelotas, zapatos, gorras, palas, linternas..., pero no lo consigue. Con la misma constancia con la que empezó a las 10:00, el adolescente de 13 años, pese a que resbala y cae, vuelve a intentar.

Un par de zapatos lo motiva a seguir. “No es cualquiera”, dice mientras toma fuerzas para subir de nuevo. Se lanza un rumor de que en el par de zapatos hay dinero. Y eso le motiva más. Se colocó el calentador negro, que llevaba puesto, al revés para que su mamá no le regañe por la suciedad. El palo ensebado, de más de ocho metros de altura, estuvo completamente cubierto de aceite. “Ese es el chiste que esté bien engrasado”, dice Orlando Casantún, un deportista que pasó por la zona y al ver el empeño del muchacho se quedó a observarlo. Cuenta que cuando era niño también jugaba en Nanegal, de donde es oriundo y le sugiere formar una pirámide humana. A esa hora, la ropa de Macías está teñida de aceite rojo y cubierta de la tierra, que se colocó para avanzar. Sigue. 

10 juegos tradicionales se colocaron este fin de semana en el Parque Bicentenario

El juego se colocó en el Parque Bicentenario, como parte de las actividades de verano, que se plantean en el lugar, con el objetivo de que los quiteños disfruten de la época de vacaciones de la Sierra en este lugar, contó María Sara Gabela, coordinadora de proyectos de Quito Turismo del Municipio. No fueron las únicas, también hubo tiro al blanco, una rueda moscovita, un mini gusanito, una pista para patines y bicicletas, entre otros. Todos gratuitos y estarán hasta el próximo fin de semana. Eso llamó la atención de Eugenia María Bedón, quien llegó al lugar con su familia. “Deberían haber más juegos y hacer un parque temático, manifiesta.

Macías lleva la mitad del palo ensebado casi limpio del aceite. Está contento porque cree que se llevará el gran premio. El objetivo es limpiar con su cuerpo el mástil para luego, sin la grasa, subir y coger todos los premios. Le ayudan su papá Carlos Macías y su hermano Farith.

David Pizarro, de 25 años, se detiene a observar. “Puedo participar”, dice. Se anima cuando le cuentan que el premio es dinero. Esas palabras son decisivas. Se saca la ropa y se queda en pantaloneta corta, mientras su hija Estefanía Pizarro, de 9 años, recoge las prendas que dejó regadas por el parque. Toma impulso, pero se resbala al primer intento. “Está duro parcero”, dice el ciudadano colombiano, quien miró el juego por primera vez. Convence a Macías para intentarlo juntos. Aceptan pero no lo consiguen. Una hora más tarde llega Daniel Andrade, 17 años, y en 30 minutos lo consiguió todo. Abre los zapatos en busca del dinero y se lleva la sorpresa. No hubo dinero solo fue un rumor para que todos jueguen.