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El asiento tiene guardia y cámaras de seguridad

El monasterio de Santa Catalina guarda la banca de la fertilidad

Para sentarse en la banca milagrosa basta con presentar la cédula de identidad a la persona que cuida que el mueble no sea dañado ni desaparezca.
Para sentarse en la banca milagrosa basta con presentar la cédula de identidad a la persona que cuida que el mueble no sea dañado ni desaparezca.
Foto: Fernando Machado / El Telégrafo
22 de octubre de 2016 - 00:00 - Wilmer Torres Peña

Javier García lleva 9 años como guardia en el monasterio Santa Catalina de Siena, en las calles Espejo y Flores, del centro de Quito.

El bolivarense de tez oscura repite como disco rayado con voz ronca lo que ha aprendido del monasterio de la Orden de Predicadores en el Ecuador.  “Oiga, ¿aquí venden gelatina de pichón?”, le preguntan. “Sí, a su lado derecho”, contesta.

A la derecha, una fila de ciudadanos, ancianos en su mayoría, espera para comprar además de gelatina de pichón, cremas naturales, jarabes, dulces, vino y hostias. A través de una puerta giratoria  se realiza la transacción. Adentro, una religiosa atiende a la clientela.

En el lado izquierdo de la puerta principal se ubica el museo y la famosa “banca de los milagros”. García también se encarga de esa actividad: guiar a los devotos, quienes buscan que este mueble les ayude a subsanar problemas de fertilidad.

La banca, que tiene más de 300 años, es considerada como un ícono.

Cuentan las madres que sor Catalina solía descansar en el mueble tras sus largas jornadas nocturnas de oración. “Mi prima no podía tener hijos; se sentó en la silla bendita y asunto arreglado”, cuenta Nancy Velázquez, de 63 años, a su hija Daniela (32), quien quiere encargar.

La mujer, algo incrédula, discrepa con su mamá: “No creo que me vaya a quedar embarazada por sentarme en una banca”.

Sin embargo, por las dudas, tras unos minutos sube al altillo donde está el mueble ‘milagroso’. Tras un cuarto de hora de oración, baja  murmurando: “Ojalá funcione”.

Doña Nancy aclara que la banca ayuda con la fertilidad y las enfermedades. “Acudimos con fe porque la medicina no puede curarnos. No me quejo, siempre que le pido ayuda a la virgen, ella me ayuda”.

El guardia explica a quien pregunta que el único requisito para usar el objeto es la cédula de identidad. “Pueden estar hasta 15 minutos rezando. Si hay mucha gente, el tiempo se reduce a 10”.

Tan popular es la banca que cuenta con seguridad. Tres cámaras monitorean el movimiento en la pequeña sala de fe. La gente apaga los celulares por respeto; algunos solo se sientan, cierran los ojos y rezan. Un par de padrenuestros y algunas avemarías son necesarios.

Sin embargo, para asegurar el efecto, los devotos reciben una estampilla de sor Catalina de Jesús María Herrera. Atrás está la oración que permitirá cumplir el milagro. “Adorable Jesús, que te has dignado enviar a este mundo almas generosas (...)”, dice la plegaria.

La lojana Marcia Altamirano, de 45 años, cuenta cómo obtuvo un milagro. Con 2 hijos ya, se cuidaba para no quedar embarazada. Con el tiempo, planeó tener otro hijo, pero sin lograrlo. Se enteró de la “silla de los milagros” y gracias a esta, ahora tiene un hijo de 11 años.

Pero la banca no es el único artefacto milagroso del convento. En el museo que existe en el lugar, está la figura de una virgen que —afirma la gente— produce escarcha.

“Esa virgen bota ‘escarcha’ cuando quiere”, apunta Ulvia. Ella asegura que hace unos 5 años, mientras rezaba, la virgen derramó “escarcha” sobre su maletín. “Es dorada, pero cuando la tocas se diluye en la mano”. (I)

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