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Algunas costumbres como las visitas a los cementerios persisten hasta el día de hoy

El culto a los muertos se practica desde hace 3.500 años en Quito

En el museo de sitio de La Florida se muestran reproducciones de las tumbas halladas en la zona.
En el museo de sitio de La Florida se muestran reproducciones de las tumbas halladas en la zona.
Foto: Cortesía
28 de octubre de 2017 - 00:00 - Redacción País Adentro

La creencia en una vida más allá de la muerte, la costumbre de enterrar a los muertos y la práctica de ritos funerarios no son elementos que llegaron a la zona que hoy ocupa Quito con la Conquista.

Estos rasgos culturales se practicaban, según los hallazgos arqueológicos, desde mucho antes de la llegada de los españoles. Iniciaron, probablemente, con la cultura Cotocollao en el 1.500 a. C., hace unos 3.500 años.

En el museo que recoge lo descubierto sobre este grupo poblacional y que se ubica en el norte capitalino, se describe la importancia que tuvo para los antiguos habitantes de Quito la relación con sus seres queridos fallecidos.

El poblado, distribuido en una superficie aproximada de 26 hectáreas (ha), habría estado compuesto de pequeñas casas ubicadas de manera indistinta.

El único patrón parece ser la cercanía al cementerio que, probablemente, era lugar de culto y veneración para los habitantes.

El cementerio descubierto en la aldea correspondiente a la primera etapa de ocupación (1.500 a 1.100 a.C.), estuvo conformado por enterramientos individuales en fosas circulares, en las que cada difunto estaba acompañado por ofrendas.

En la segunda etapa, también llamada ocupación tardía (1.100 a. C. a 500 a. C.), el rasgo funerario más importante fue el cementerio de tipo colectivo.

Una hipótesis que se maneja es que en las primeras fases de poblamiento de la zona de Cotocollao, los cuerpos eran amortajados con el uso de hojas de maíz, dada la importancia que tenía el cereal para la vida de los habitantes.

Siglos más tarde, la cultura La Florida, ubicada en la zona noroccidental, continuó con la veneración a las personas fallecidas entre el 200 d. C. y el 680 d. C.

De hecho, los hallazgos arqueológicos realizados sobre este pueblo en el barrio que le dio nombre corresponden, básicamente, a una necrópolis precolombina.  

En el sitio se levantó un museo con reproducciones de las tumbas encontradas en la zona y otros hallazgos.

La Florida muestra una arquitectura funeraria formada por varias tumbas que tienen forma de pozos profundos con cámara central.

Los difuntos se encontraron sentados, con las piernas dobladas, las manos en el pecho y envueltos en un fardo funerario.

La presencia de varios individuos en una misma fosa hizo pensar, en principio, que se trataba de un entierro colectivo, probablemente, de personas de linaje junto a sus sirvientes o personas cercanas.

Sin embargo, dataciones de los cuerpos mostraron que se trataba de personas puestas en diferentes momentos en tumbas planificadas para ello.  

Estas prácticas obedecían a que los antiguos habitantes quiteños creían que los muertos eran el vínculo entre los dioses y sus familiares vivos. Y por ello  celebraba ceremonias fúnebres, entierros en tumbas profundas, rituales y visitas.

Esta última práctica ha permanecido a lo largo del tiempo. Una muestra de ello son las visitas que las personas aún realizan a los cementerios en zonas como Calderón (norte de Quito).

Estas incluyen largas jornadas de acompañamiento en las tumbas con música y comida. (I)

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