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Los guías espirituales son seleccionados a los 10 años y desde entonces viven apegados a la magia de la naturaleza

El chamán tsáchila no come sal, cerdo ni pescado para evitar 'contaminarse'

Para llegar a ser un guía espiritual tsáchila se requieren 30 años de preparación. Los estudios y prácticas se inician a los 10 años.
Para llegar a ser un guía espiritual tsáchila se requieren 30 años de preparación. Los estudios y prácticas se inician a los 10 años.
Foto: Carina Acosta / EL TELÉGRAFO
22 de julio de 2017 - 00:00 - Redacción País Adentro

Hacer el bien, ayudar a la comunidad, armonizar las buenas energías y transmitir su fuerza espiritual son los principales objetivos de vida de los chamanes tsáchilas, guías espirituales respetados y admirados en su nacionalidad.  

Viven en la selva y adquieren sus conocimientos de la naturaleza. Son reconocidos como poderosos médicos naturales, aunque antiguamente eran temidos porque los consideraban brujos.  

“Nosotros ayudamos a las personas, no hacemos el mal”, aclara el chamán Ricardo Calazacón y agrega que tienen el poder de dar fuerza espiritual y energía para sanar a las personas.

Estos curanderos, nombrados poné en su lengua nativa, viven una intensa y sacrificada preparación. Todo inicia cuando cumplen 10 años, y no cualquiera puede convertirse en un chamán.

El poné de la comunidad visualiza si el niño tiene la capacidad para ser un curandero. Si es seleccionado, pasa a ser un aprendiz.

El menor vive la mayor parte de su tiempo junto a su maestro. En el día recorren la selva para aprender sobre las plantas medicinales. En la noche, frente a un altar que tiene diversos objetos como piedras, el estudiante toma pequeñas cantidades de ayahuasca, un brebaje alucinógeno, y aprende a visualizar en una bola de cristal.

Las piedras, en su cosmovisión, tienen espíritu y energía, absorben todo lo malo que puede tener una persona. Mientras que la ayahuasca les da fuerza espiritual, les ayuda a eliminar el miedo y los convierte en personas decididas, valientes y fuertes. También, les ayuda a tener visiones de cómo pueden ayudar a las personas.  

Solo después de 30 años el estudiante puede ejercer esta práctica. Son 3 décadas en las que incluso en la alimentación deben hacer sacrificios. Por ejemplo, los chamanes no comen sal, cerdo ni pescado para evitar “contaminarse”.

Pese a su fuerza espiritual, estos curanderos absorben la mala energía de sus pacientes. De ahí que todos los martes y viernes en la noche toman ayahuasca para purificarse.

Ni la modernidad ni el mayor acceso que tienen las personas de esta comunidad a la educación han influido en el interés de algunos niños de convertirse en chamanes.

Según Calazacón, estos conocimientos ancestrales se están fortaleciendo en lugar de perderse.

El chamán Roberto Calazacón, tío de Ricardo, asegura que su labor adquirió importancia decenas de años atrás, pues cuando alguien enfermaba no tenían acceso a un médico. Con sus conocimientos herbarios empezaron a ayudar y a sanar cualquier malestar.  

Comenta que es fundamental que todo el país conozca lo que hacen, para desmentir las falsas creencias sobre su trabajo. “Hacemos el bien. Depositamos buena energía”. (I)

En la feria de medicina natural se insiste en que creer en los tratamientos ancestrales, así como una mentalidad positiva es fundamental para sanarse. Foto: Carina Acosta / EL TELÉGRAFO

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