El alcantarillado del distrito capitalino necesita ser reforzado
La ubicación de Quito sobre una meseta —nacida, por el occidente, al pie del macizo montañoso del Pichincha y limitada al oriente por pequeñas elevaciones— hace que una parte de la ciudad se halle sobre terreno plano.
Esa característica geográfica volvió a esa área vulnerable ante posibles inundaciones. Así lo demostraron eventos ocurridos en el centro-norte y norte los últimos 30 años del siglo pasado y la primera década del actual.
Calles, parques, patios e incluso viviendas de zonas como Iñaquito, La Y, La Jipijapa y El Batán Bajo sufrieron, por años, anegaciones durante las estaciones lluviosas. La dispersión de las precipitaciones y el aumento de su duración e intensidad potenciaron la propensión a las acumulaciones de agua lluvia en los últimos años.
Hasta el año pasado, de acuerdo con el Atlas de Amenazas Naturales del Distrito, 169 barrios capitalinos se encontraban en zonas de susceptibilidad alta y media a sufrir inundaciones.
A las condiciones orográficas de la ciudad (un área plana rodeada de barrios ubicados en partes altas), que generan el escurrimiento de líquido pluvial y aguas negras hacia las partes bajas, se suman otros factores que incrementan el riesgo de inundaciones.
La actualización del Plan Maestro de Alcantarillado, realizado en 2011, establecía entre las debilidades del sistema de evacuación de líquidos su característica de integración; esto es, que a través de las mismas tuberías se desfogan las aguas lluvias y las aguas servidas.
El documento plantea, asimismo, la histórica falta de control municipal para evitar el vertido de escombros y basura en los cauces y sistemas naturales de drenaje (33 ríos y quebradas). Además, muchos rellenos han sido realizados en forma no controlada, antitécnica y con materiales no adecuados.
Ambas condiciones incrementan los escurrimientos a través de las vías, lo que complica la situación.
Del mismo modo, “muchos de los colectores antiguos presentan secciones con insuficiente capacidad hidráulica y cuellos de botella que dan lugar a flujo a presión, a consecuencia de lo cual los caudales fluyen hacia zonas bajas donde se producen inundaciones”, establece el estudio de actualización.
Así mismo, la consultora Hazen & Sawyer P.C. determinó que en 2011 los sumideros y rejillas utilizados para el ingreso del agua de escorrentía superficial a los colectores no eran los más apropiados para los caudales generados por la lluvia ni para las pendientes de las calles de la ciudad, lo que determinaba que los porcentajes de intercepción y eficiencia fueran bajos.
Hace 4 años se especificó también la existencia de tramos de colectores que trabajaban a presión, provocando el rebose de las aguas por la boca de los pozos de revisión y el escurrimiento superficial por las calles hacia los sectores bajos de la ciudad, en donde se acumulaban temporalmente originando problemas de inundaciones.
El informe identificaba que los pasos deprimidos ubicados en vías importantes de los sectores bajos de la ciudad son muy proclives a sufrir inundaciones por obstrucción de las rejillas de evacuación o por falta de capacidad para evacuar los caudales que provienen de zonas altas.
Sobre la base de aquel diagnóstico, la consultora planteó en la capital la ampliación del sistema de evacuación de aguas lluvias y servidas mediante la construcción de nuevos colectores con servicios diferenciados (tubería para aguas lluvias y aguas residuales por separado); la ampliación y mejoramiento de algunos colectores ya existentes; el embaulamiento de algunas quebradas, entre otras medidas.
El mejoramiento de la red de colectores de Quito constituye la continuación de un proceso que había sido iniciado antes de 2011 por la Alcaldía anterior en la parte sur y centro-sur de la capital de la República. Posteriormente, la intervención abarcó también algunas zonas del norte de la ciudad.
De acuerdo con un resumen de trabajos de la Empresa Metropolitana de Agua Potable y Saneamiento (EPMAPS-EP), entre las principales obras de este tipo ejecutadas entre 2009 y 2014 estuvieron la construcción de un colector de alivio en la quebrada Caicedo, el mejoramiento y ampliación de los colectores de la cuenca Anglo-French; la intervención del colector Pomasqui de la quebrada Jerusalén; de varios tramos del colector La Prensa y la edificación de las estructuras Alpahuasi, Conchas Azules y el Noviciado, las cuales tienen una extensión conjunta de 2,6 kilómetros y una altura de 20 metros en promedio.
Producto de esas obras, las inundaciones en barrios ubicados en zonas bajas y pasos a desnivel se redujeron de manera considerable durante el pasado lustro. Entre tanto, la actualización del plan maestro establece para el futuro obras por alrededor de $ 161,2 millones consistentes en la construcción de más colectores de alivio, el mejoramiento de sumideros, reparaciones emergentes y mejora del alcantarillado en parroquias. (I)