Los héroes supervivientes de la Plaza Grande
El Monumento a la Independencia, ubicado en pleno centro de la Plaza Grande, está rodeado de valientes.
No son los héroes del 10 de agosto de 1809 que protagonizaron el Primer Grito de la Independencia, liderado por el general Eloy Alfaro.
Es gente con labores cotidianas, que ofrecen productos, servicios y tejen su vida con el vaivén de transeúntes que se congregan en la Plaza de la Independencia.
Uno de ellos es Kléber Reyes Bosques, un lustrador de zapatos, que se dedica a esta labor hace 20 años.
Sentado en un banquito, diagonal al Palacio Arzobispal, Kléber es uno de los 14 'lustrabotas' ubicados en la calle Chile que espera a sus clientes para "dar el mejor brillo al calzado", dice.
Agarrado de escobillas, bacerolas y franelas -contenidas en una caja de madera- Kléber da cuenta de muchas vivencias.
Se hizo cargo del puesto que le dejó al fallecer Manolo Reyes Campos, su padre, quien además fue un entrenador de boxeo. "En la Plaza lo recuerdan como la biblia del box de Pichincha", cuenta.
Kléber acababa de cumplir 14 años cuando aprendió a "dar grasa" a los zapatos. En ese entonces, cada 'boleada' costaba cuatro reales de sucre; ahora vale $ 0,50.
El trabajador sabe que no es mucho lo que percibe. Al día recibe unos $10, que le alcanzan "con las justas" para la comida. También se queja de que tiene las manos y uñas teñidas de tinta por las cepilladas que da a los zapatos ejecutivos. “El tono oscuro no se quita ni con detergente”.
Aún así, Kléber disfruta su labor en la Plaza Grande, quien reitera que ningún día se parece a otro. Marchas, cambios de guardia, movilizaciones, plantones y hasta peleas entre policías y civiles son hechos de los que ha sido testigo. Pero hay uno en particular que se emociona contar.
El 20 de abril de 2005, él y sus amigos se encontraban arrinconados por un piquete de policías. En medio de gritos y empujones con los miembros de 'Los Forajidos' vio salir del Palacio de Gobierno el helicóptero en el cual el presidente Lucio Gutiérrez escapó. "Acá no hay cómo aburrirse. Vivimos la historia", asegura emocionado.
Hay otros trabajadores que vivieron amables experiencias. Ese es el caso de Elvia Salazar que labora hace más de 20 años en Artesanías Plaza Grande.
El local se encuentra abajo del Palacio de Carondelet en la García Moreno, en donde ofrece recuerdos y artículos de vestir hechos a mano.
La comerciante reconoció que está acostumbrada a atender a visitantes del exterior, especialmente de Estados Unidos, Australia e incluso África.
Un día entró al local un artista que le apasiona: Luis Fernando Aute. "Llegó, saludó. Me puse contenta y solo observé cómo miraba las cosas de la tienda", recuerda emocionada.
Minutos después, cuenta Elvia, el cantautor agarró un sombrero de paja toquilla. Se lo probó; salió del local y su asistente pagó la cuenta. Aunque esa es una de las experiencias positivas que le dejó su trajín laboral, hay otros hechos que le han causado tristeza.
Uno de ellos fue la reciente concentración cuando hubo el secuestro de los periodistas de diario El Comercio. También le viene a la mente, las concentraciones de la familia de Santiago y Andrés Restrepo, desaparecidos a finales de los años 80. "En el tiempo de León Febres Cordero, los policías eran violentos. A cada rato lanzaban gases", rememora.
En las peluquerías y restaurantes también hay héroes
El peluquero César Alvarado, empleado de la Barbería Amazonas, también comparte sus momentos. El local también se encuentra al pie del Palacio de Gobierno y funciona hace 60 años.
Don César y sus compañeros Eduardo Pinto, Miguel Ángel Reinoso, Susana Burbano y Clara Salazar, visten un impecable delantal para ofrecer su servicio: un corte de cabello o una afeitada.
Una pequeña puerta abre paso a un establecimiento pequeño que cuenta con solo cinco sillas, espacio en donde desfilaron presidentes, ministros y hasta personajes de la televisión.
El establecimiento de paredes amarillas revestido de recortes de periódicos dan cuenta de la popularidad que tiene la peluquería.
De ahí que personajes connotados llegaron hasta el local. Uno de ellos fue el presidente Carlos Julio Arosemena, quien en la época canceló 3 sucres por un corte de cabello.
También recordaron al guitarrista y compositor Hugo Bonilla Chávez, al guitarrista, el escritor Hugo Oquendo entre otros personajes.
Si se trata de tradición, Alicia Eulalia Guevara, propietaria de El Pretil de Alicia, también tiene mucho qué contar. El puesto de comidas, ubicado en la calle Espejo y Venezuela, funciona hace 65 años.
Su abuela Victoria de Landázuri y su madre, Laura Landázuri fundaron este negocio que se caracteriza por los sánduches de pernil.
También ofrece productos nacionales como quesadillas, bolones, empanadas, dulces, helados y el chocolate de Ambato, otra de sus especialidades.
Al igual que el resto de los locales vecinos, hasta El Pretil han llegado personajes de la política. Alicia cuenta que hace un par de semanas, le visitó la ministra de Inclusión Económica y Social, Berenice Cordero; el alcalde de Quito, Mauricio Rodas, pero también llegaron el exalcalde de Quito Paco Moncayo y el expresidente Rodrigo Borja.
"Hay que promover la gastronomía nacional y generar fuentes de trabajo. Así también se hace Patria", expresa la mujer. (I)