Cincuenta casas afectadas en 20 minutos de lluvia
“¡Ve la cocina dónde ha quedado!”, exclamó Juan Caicedo mientras usaba ayer parte del artefacto destruido como puente para cruzar la calle sin estancarse en el lodo.
Él es uno de los moradores afectados por la fuerte lluvia que cayó el viernes pasado en la parroquia Santa Rosa de Pomasqui, sector La Pampa, al norte de Quito.
Ante la gravedad del evento, el alcalde de Quito, Augusto Barrera, ordenó realizar trabajos de limpieza y evacuar a los más afectados.
Ayer, miembros del Cuerpo de Bomberos, Policía Metropolitana, EMOP Y EMAP dieron asistencia desde tempranas horas.
Alrededor del mediodía, el Alcalde, que realizó un recorrido por la zona del deslave, indicó que el eje más afectado es el del cauce de una antigua quebrada.
Barrera dijo que el problema se debe a la unión de tres factores: el primero, la intensa lluvia por la cual se registraron 23 milímetros en un tiempo aproximado de 20 minutos en una zona normalmente seca; el segundo, que el lugar está justo debajo de dos canteras (de hace 20 años), que al parecer nunca fueron cerradas; y el tercer factor es que en las últimas semanas hubo alguien que movilizó tierra, lo cual provocó un aflojamiento mayor.
“Ventajosamente no hay víctimas humanas que lamentar, pero es un evento enormemente grave. En la zona viven 300 personas, 50 casas, de las cuales las más afectadas son 14, pero vamos a inventariar absolutamente todo el barrio, vamos a hacer una ficha de cada persona”, indicó el burgomaestre.
También se informó que ya se encuentra listo un albergue en el sector de La Delicia y el fondo de emergencia. “Si la gente quiere arrendar, le damos dinero para ello y le vamos a ayudar a recuperar el máximo de las cosas. Realmente hay familias que se quedaron sin nada”.
Sin embargo, una vez que Barrera salía del lugar de donde poco o nada quedaba de las casas y enseres, las familias dijeron no estar bien informadas del mecanismo de ayuda.
“El Alcalde habló con nosotros, dice que ya va a ver qué se hace. Ojalá, porque mire esto, en un segundo nos quedamos sin nada. Somos cinco personas en mi familia. Todo lo que teníamos se terminó”, se lamentó María Tamayo, quien no tiene claro aquello del albergue o del fondo de emergencia. “Yo lo que haré es pedir refugio a algún vecino de más abajo”, expresó la mujer.
Juguetes, ropa, plástico y tapas de ollas envueltas de lodo son parte del irregular camino, así como materiales de carpintería, debido a que al pie de la quebrada también existían algunos talleres.
Diego Vázquez es un joven carpintero que se quedó sin hogar y sin fuente de trabajo. “Yo aquí estaba, en el taller, cuando comenzó a llover muy fuerte. Al principio vi bajando la creciente, arrastrando piedras. Cuando al poco tiempo todito se borró. Solo alcanzamos a correr afuera”, contó llorando el humilde habitante de la zona.
Otro de los que recorrió el sector afectado fue Rodrigo Buitrón, presidente de la parroquia Pomasqui, quien manifestó esperar que las promesas del alcalde Barrera se hagan realidad. “Sí ha habido interés y ayuda por su parte, incluso vino, recorrió, habló con la gente, pero esperamos que la ayuda sea en hechos. Lo que se necesita por ahora es alimentos, ropa, techo; y más tarde materiales de construcción, para que todo se pueda edificar nuevamente”.
Manuela Carrera, de 65 años, entre lágrimas trataba de evacuar sus animales. “Mis cuatro chanchitos son los que me dan de comer. Todito el cartón que recojo para vender se perdió”.
Mientras tanto, cinco niños se divertían en uno de los riachuelos que dejó la inundación. “Estamos jugando al barquito”, dijo Jordan Pérez, mientras sus padres, angustiados, resuelven dónde dormirían.