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Ciclistas viven 'odiseas' al transitar por Quito

Gabriel (28 años) trabaja en una empresa de mensajería —en bicicleta— desde hace un año y medio.
Gabriel (28 años) trabaja en una empresa de mensajería —en bicicleta— desde hace un año y medio.
Foto: Mario Egas / El Telégrafo
24 de septiembre de 2016 - 00:00 - Redacción Quito

Gabriel Villacrés, de 28 años, lidera una fila de al menos 5 bicicletas por la ciclovía en las avenidas Amazonas y Patria, norte de Quito. Apenas los semáforos cambian de rojo a verde, el sonido de las bocinas inunda la zona y provoca molestias. Tiene claro que “nadie se salva del tráfico capitalino”.

Todos tienen prisa, incluido Gabriel, quien transporta en su mochila documentos de una compañía situada en El Ejido hasta la avenida 6 de Diciembre y La Niña.

Desde hace año y medio trabaja en una empresa de mensajería alternativa y ecológica —en bicicleta—.

“Es una verdadera odisea movilizarse porque Quito está hecha para los carros”.

El ruido de los cláxones no interrumpe su trayecto, pues disfruta oyendo reggae. ‘No woman no cry’, de Bob Marley, forma parte del repertorio que lo disipa de los conflictos que existen en calles y aceras.

Con cautela conduce su bici modelo ATX. Debe tener precaución ante los conductores, transeúntes y ciclistas distraídos. El color amarillo resalta en un semáforo en la intersección de la Amazonas y Jorge Washington. Los choferes  presionan —de manera automática— el acelerador, pues no quieren perder ni un minuto.

Algunos logran pasar, otros no. Un auto rojo y una camioneta no cumplen el objetivo y se quedan sobre el cruce cebra, interrumpiendo a transeúntes y ‘cicleros’.

Gabriel se saca las gafas y los increpa: “No podemos pasar; por favor retroceda”. Como respuesta recibe un “siga siga, ¡sí tiene chance!”. En tanto, los transeúntes solo mueven la cabeza en reprobación.

“A veces me insultan por decirles esto. Se supone que la prioridad la tiene el peatón, el ciclista y luego el conductor”.

Para no fracasar en su objetivo de llegar a tiempo a su destino, siempre lleva en su mochila —además del encargo— un kit de herramientas (parches, bomba, goma...), agua y una chompa impermeable por si acaso llueve.

Continúa a pesar del sol de la mañana capitalina. En varias intersecciones, peatones y turistas cruzan la ciclovía sin mirar y sin ningún tipo de reparos.

“También se bajan sin ninguna precaución. Debo estar pendiente para no irme encima de ellos. La verdad sí me enoja esta actitud porque la ciclovía tiene 8 años y hay gente que la desconoce”.

Ya en la avenida Orellana —donde no existe ciclovía— tiene inconvenientes para movilizarse, debido a que los taxistas lo cierran sobre la vereda, con el objetivo de coger pasajeros. Así mismo “frenan a raya” generando la misma acción por parte de Gabriel.

En la 6 de Diciembre, avenida por donde pasa el servicio de Ecovía, el esmog que emanan los viejos articulados afecta a ciclistas, quienes se han visto en la necesidad de usar mascarillas y mordazas.

En estos años ha sufrido afecciones respiratorias e infección en la garganta. “Mi ropa apesta a humo casi siempre”.

Tras cobrar por el servicio de mensajería ($ 4), Gabriel descansa y posteriormente, almuerza. Como el trabajo no es permanente, se dirige en bicicleta al Parque La Carolina para visitar a unos amigos.

A las 16:30, un mensaje de ‘Whatsapp’ alerta al estudiante de fotografía de otra entrega: 3 hamburguesas ($ 15) para una familia en la av. Gaspar de Villarroel.

Con el pedido asegurado en su mochila, parte desde las avenidas Naciones Unidas y de los Shyris. En esa intersección ya registra otro inconveniente de los cotidianos.

Los semáforos, a su parecer, están mal programados y no dan preferencia al peatón y al ciclista. “Debes correr mucho o esperar que los conductores no se pasen el semáforo en amarillo o rojo”.

Como en esa vía (de los Shyris) tampoco hay ciclovía, debe pegarse a la acera. Eso provoca que los buseros lo arrinconen. “Hay que estar alerta porque ellos —por el volumen de sus carros— tienen las de ganar”.

En la intersección con la calle El Comercio, la presencia de baches y huecos aumenta. Por eso tiene que disminuir la velocidad. Además,  hay vidrios en los filos, entre la calle y la vereda. “Algunas veces se han ponchado las llantas de la bici”.

Tras dejar el pedido, regresa hasta su casa, en el sur de Quito. Para circular rápido toma la ruta de la Ecovía. Esa tarde-noche llueve, lo que aumenta los riesgos de accidentes porque disminuye la visibilidad.

Villacrés reflexiona que también hay ciclistas imprudentes, que se exponen sin necesidad. (I)

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