Crónica de a pie
Bella Aurora y su toro todavía rondan en Quito
Rosalba Cerón Chacha (72 años) es una tungurahuense (cantón Pelileo) que vive desde hace 50 años en Quito.
Tras enviudar en 2013 (con su esposo José Cóndor vivió durante 44 años) empezó a vender en las calles pedazos de torta que ella misma elabora en su casa de Guamaní (sur).
Recorre diariamente las calles del centro con un ojo puesto en los potenciales clientes y otro en los policías metropolitanos que evitan la proliferación de comercio ambulante en la zona.
Sus caminatas la llevan con frecuencia a los sitios ubicados alrededor de la Plaza de la Independencia, entre ellos la calle Chile. Allí anuncia en voz muy baja, apenas perceptible, su producto.
De pie en la entrada sur del pasaje que rodea al edificio Guerrero Mora (Guayaquil y Chile) espera que alguien le compre una rebanada de torta de maqueño.
Aunque se considera “una quiteña más” por su medio siglo de vida en la urbe, se sorprende cuando le preguntan si sabe que en el predio ubicado a sus espaldas ocurrió un evento misterioso.
Entre sonrisas, mezcla de timidez e incredulidad, escucha que en la edificación que existía hace muchos años en ese terreno un toro embistió a una niña y que luego ella desapareció misteriosamente. Pregunta cuándo ocurrió aquello. Y la respuesta no es fácil, pues los sucesos narrados en leyendas como ‘La casa 1028’ suceden en tiempos difíciles de definir.
Frases como “Hace muchísimo tiempo...” o “Érase una vez...”, de los cuentos infantiles, probablemente sean la respuesta adecuada.
Sin embargo, el texto de la leyenda que ha llegado a nosotros da algunas pistas.
Dice que una adolescente llamada Bella Aurora acudió a un festejo taurino realizado en la actual Plaza de la Independencia. Ello era posible porque en aquel tiempo no existía el monumento dedicado a los próceres de la independencia en el centro del espacio público capitalino.
El dato lleva a más allá de 1906, año en el que la columna que conmemora la gesta del 10 de Agosto de 1809 fue inaugurada por el expresidente Eloy Alfaro.
Los sucesos debieron ocurrir, también, antes de la década de 1860, pues Gabriel García Moreno construyó por entonces los jardines franceses que aún existen, aunque con algunos cambios.
Un óleo de Rafael Salas de mediados del siglo XIX, y una pintura de finales del siglo XVIII, muestran una imagen que probablemente se aproxima al escenario de la corrida de la leyenda quiteña.
En esos cuadros se ve a la entonces llamada Plaza Mayor de Quito como un espacio abierto con el único obstáculo de una pileta de agua colocada en su centro.
Los surtidores de agua eran, antes del siglo XX, un elemento indispensable en las plazas de Quito, pues de allí se abastecían los habitantes de la ciudad.
“La ciudad no disponía de agua potable. El agua que se utilizaba provenía de la ‘Chorrera’ y del manantial ‘Las Llagas’.
El líquido vital llegaba a la ciudad por surtidores y acequias que confluían en fuentes públicas ubicadas en San Francisco y la Plaza Central. Allí los aguadores –indios que cargaban inmensas vasijas a sus espaldas– se encargaban, en unos casos, de recoger el agua para venderla en ciertas casas, y, en otros, de entregarla en viejas moradas señoriales a cuyo servicio estaban obligados; entretanto la gente corriente recogía el líquido directamente de esos surtidores”.
Así describe el historiador Manuel Espinosa Apolo la situación de la capital respecto al agua hasta inicios de la centuria anterior en su libro Mestizaje, cholificación y blanqueamiento en Quito.
El también historiador Guillermo Bustos apunta que la construcción de acueductos de agua que llegaban a las residencias data de 1908. Lo cuenta en su obra de investigación Quito en la transición: actores colectivos e identidades culturales urbanas (1920-1950). Entonces, con la sola presencia de la pileta en el centro de la Plaza Grande, no habría sido raro que una corrida de toros se pudiera celebrar allí en los siglos XVII, XVIII o inicios del XIX.
Doña Rosalba, que asegura que “no se debe tener miedo de los muertos sino de los vivos”, escucha risueña que un toro negro salió a la plaza mostrando mucho brío y que, nervioso, no se fijaba en los engaños que le presentaba el torero sino que buscaba algo o a alguien entre el público.
Que al descubrir a Bella Aurora se paró a su altura en el ruedo y la miró fijamente, asustando a la muchacha, quien se desmayó.
Que sus padres la llevaron a su casa, ubicada a pocos metros del improvisado coso taurino, precisamente en donde se encuentra actualmente el edificio Guerrero Mora.
Que ante la ausencia de la chiquilla en la plaza, el toro desesperado saltó la barrera instalada y recorrió la distancia que lo separaba de la vivienda de Bella Aurora.
Que subió al galope al segundo piso de la edificación del inmueble y buscó en todas las habitaciones hasta dar con su presa.
Que al encontrarla la embistió sin explicación hiriéndola de muerte y que luego de ello se esfumó en el aire, algunos dicen que dejando atrás un olor infernal.
Jorge Tenesaca, un jubilado ferroviario que aguarda sentado en la Plaza de la Independencia, dice conocer de dónde proviene el nombre de la leyenda.
“Hasta hace pocos años, del lado de la Chile esa casa tenía una placa con el número 1.028. Y por eso la historia habla de la casa 1.028”.
Tenesaca, quien afirma haber nacido en el barrio de San Roque, comenta que no cree en la parte fantástica de la tradición oral.
Asegura, eso sí, haber oído a su abuelo decir que antiguamente se realizaban espectáculos taurinos en las plazas barriales quiteñas.
“Debe haber sido antes de que se construyera la Plaza Belmonte, en San Blas, que fue la primera plaza de toros de verdad de la ciudad”.
Ese escenario taurino fue inaugurado, en efecto, en el año 1917 con el nombre del matador de toros español, Juan Belmonte. Allí se realizan anualmente corridas durante las Fiestas de Quito.
Desde 2011, sin embargo, sin que el animal sea sacrificado en el ruedo, tras los resultados sobre la tauromaquia de la consulta popular realizada ese año.
Tenesaca, quien tiene 68 años, recuerda desde niño la casa 1.028 con su aspecto actual y no con la arquitectura colonial que debió tener en la época de la leyenda.
Inicialmente, como narra el pasaje de la búsqueda de Bella Aurora por parte del toro, el inmueble debió tener dos plantas, como el resto de las antiguas edificaciones residenciales del centro.
La presencia de la muchacha en la planta alta da cuenta de que debió ser una chica de origen español o criolla adinerada.
Esto porque hasta antes de 1920 las clases pudientes compartían el Centro Histórico como espacio de vivienda con el pueblo. Y aunque desde el establecimiento de la villa de San Francisco de Quito en 1534 se determinaron barrios para blancos y barrios para indios, la gente adinerada compartía sus casas con la servidumbre.
Estos últimos, sin embargo, vivían en los primeros pisos y los ‘señores’ en las partes altas de las viviendas, allí donde debió habitar la heroína de la leyenda.
No obstante, este sistema de cohabitación terminó a partir de 1922 cuando las familias adineradas empezaron a mudarse hacia el norte, al entonces moderno barrio Mariscal Sucre (hoy simplemente La Mariscal).
“De este modo, los sectores de ingresos medianos y altos que representaban entre el 5% y el 10% de la población citadina, instalaron sus residencias en la zona norte dejando al Municipio los gastos de urbanización.
Se trataba sin duda de una minoría privilegiada que en sus nuevos sitios de residencia llegaría a disponer del 25% al 30% de la superficie urbanizada, la misma que concentraba la calidad y densidad de infraestructura, equipos y servicios urbanos”.
La cita proviene de la obra Ciudades andinas: viejos y nuevos modelos, de Jean Paul Deler. En la ciudad ‘vieja’, mientras tanto, las clases populares empezaron a hacinarse y a establecer negocios.
En tanto que algunas edificaciones fueron echadas abajo siguiendo las directrices del plan modernizador elaborado por el uruguayo Jan Odrizola en la primera mitad de la década del 40.
El reemplazo de la casa 1.028 por el edificio Guerrero Mora data, entonces, de aquella época. Sin embargo, dice la directora del Instituto Metropolitano de Patrimonio (IMP), Angélica Arias, “los intentos de ‘modernización’ del Centro Histórico fracasan”.
Esto debido a la crisis económica por la que atravesaba el país y también por los esfuerzos desplegados por algunos quiteños y ecuatorianos para conservar el patrimonio.
Arias recuerda que el propio Odrizola estableció el valor simbólico del Centro Histórico en su plan de modernización de la ciudad.
La conservación de la mayor parte de las viviendas y edificaciones religiosas llevó a que la Unesco declarara en septiembre de 1978 a la ciudad como Patrimonio Cultural de la Humanidad, junto con Cracovia (Polonia).
No obstante, la casa 1.028 fue una de las primeras en ser derrocadas y convertidas en un edificio de características modernas que persiste en el centro hasta la actualidad.
El inmueble actual alberga en sus dos primeras plantas una serie de negocios que van desde una sucursal bancaria, pasando por una oficina de cobro de la Empresa Eléctrica Quito (EEQ), hasta servicios de fotocopiado.
Los siete pisos altos restantes se utilizan como oficinas por profesionales de distintas ramas.
En los últimos años fueron demolidos el edificio de la Dirección Provincial de Salud (Mejía y García Moreno) y del excentro comercial San Agustín (Mejía y Guayaquil).
En esos predios se construyeron la Plaza de las Conceptas y su similar de San Agustín.
Ello deja al edificio Guerrero Mora como uno de los pocos recuerdos de la época en que el centro de Quito quiso modernizarse. (I)
Datos
Tradición taurina
→En Quito se construyeron durante el siglo pasado tres plazas de toros reglamentarias. La plaza Belmonte fue inaugurada en 1917. La Plaza Arenas empezó a operar en los años 30 y la Plaza de Toros de Iñaquito en 1960.
→6 años han pasado desde que los espectáculos taurinos se realizan en la capital sin la muerte del toro.
Combate a la tauromaquia
→Grupos animalistas intentan desde el año 2011, cuando se eliminó el último tercio de las corridas en la ciudad, que se prohíba definitivamente ese tipo de espectáculos en el cantón Quito.