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“Ahora manda el interés general y no los poderes fácticos de la capital”

“Ahora manda el interés general y no los poderes fácticos de la capital”
22 de abril de 2013 - 00:00

22-4-13-quito-augusto-barreraUna capital moderna e inclusiva. Así visualiza el alcalde Augusto Barrera a la ciudad que dirige desde 2009. En esa meta han confluido una serie de proyectos movilizadores como la construcción del Metro de Quito y la aplicación de medidas duras para poner freno a lo que él denomina “poderes fácticos” sostenidos, principalmente, en el capital inmobiliario y en la apropiación de la renta urbana. 

Barrera articula “orgánicamente” su proyecto de ciudad con el derecho establecido en la Constitución y con el programa de Gobierno del Movimiento PAIS, potencia el paradigma del Buen Vivir y asegura que para ello cuenta con el respaldo entusiasta de los jóvenes, quienes han superado la visión oligárquica que sobrevive en los viejos clubes.

¿Qué ciudad están experimentando Ecuador y los mismos quiteños?

Si pudiéramos resumir con mucha fuerza el programa que estamos ejecutando diríamos que es un Quito con dos pilares: la dimensión humana, inclusiva... y, en otra dimensión, un fuerte proceso de modernización... Creo que estamos demostrando, no solo en la ciudad sino en el país, que somos la fuerza de mayor modernización en la ciudad. Es decir, planteamientos como el Metro, la red de espacios públicos, la obra vial, el propio aeropuerto, los parques industriales, podrían ser una típica agenda de modernización de la ciudad. Es una agenda que no se ejecutó con esa intensidad y que realmente la ejecutamos nosotros. Pero al mismo tiempo hemos regularizado 300 barrios, hemos hecho 39 centros de salud comunitario, tenemos un programa de inclusión educativa gigantesco y una agenda cultural.

¿Este programa está inscrito o ya rebasa el programa de Alianza PAIS presentado para las elecciones presidenciales en el cual aparece la revolución urbana como eje fundamental?

Creo que evidentemente está anclado. En este momento, más o menos, tres de cada cuatro ecuatorianos viven en ciudades. En Ecuador, hace como diez años, habían dos ciudades que superaban el millón de habitantes y ahora ya podríamos tener cinco. Es una sociedad que ha venido aceleradamente urbanizándose y si es así, el planteamiento del Buen Vivir, si no es un planteamiento urbano, no existe. El Buen Vivir tiene que materializarse en la ciudad porque es donde la mayoría de gente vive y desarrolla su proyecto de vida.

El otro elemento es que hasta ahora este tema, siendo tan importante, no se había constituido en un pilar de las agendas programáticas. Se ha hablado mucho, por ejemplo, del derecho a la naturaleza, pero otro de los grandes avances que tiene la actual Constitución es el concepto del derecho a la ciudad como el espacio que debe ser disfrutado, en términos de su función social y ambiental. Es un concepto bien potente que sin embargo ha tenido un desarrollo muy limitado.

Entonces, el concepto de revolución urbana es lograr materializar el Buen Vivir en la ciudad: el acceso a un suelo seguro, donde la gente no tenga que jugarse la vida, tener que invadir o estar sometida al traficante de tierras; el derecho a un suelo urbano digno, a los servicios básicos... Es decir, qué revolución puede haber si no hay agua y alcantarillado. (Es necesario) el acceso a una movilidad que no sea hostil y segregadora como es la movilidad basada en el auto privado; el derecho a disfrutar de una plaza, un parque... La revolución urbana desarrolla, a partir de estos conceptos, un conjunto de herramientas legislativas, de gestión, de política pública que deben hacer prevalecer en la ciudad el interés general sobre el interés particular. A veces hablamos del capital bancario, comercial y financiero, de la oligarquía terrateniente y no tenemos claro que también hay grandes poderes en la ciudad soportados fundamentalmente en el capital inmobiliario y en la apropiación de la renta urbana. Es decir, todo el pensamiento progresista de la ciudad se basa en que cada vez que se realiza una inversión pública, una vía, etc, se revalorizan unos territorios y debemos tener los mecanismos para que ese valor se redistribuya de manera equitativa.

Si la revolución ciudadana se planteó eso, ¿cómo se expresaría el cambio de la matriz productiva en Quito en función de los poderes que menciona?

La primera condición de esos poderes fácticos en la ciudad era un Estado y una autoridad local débil. La recuperación de un principio de autoridad pública es vital en una gestión. Quizás, más allá del Metro Q y otras obras, lo que más debo reivindicar es la autoridad pública. Que sea el interés general y no los intereses particulares los que manden: desde la recuperación de los ejes viales en la avenida Naciones Unidas -que era imposible, impensable, inconcebible porque eran calles y plazas tomadas por sectores privados- hasta una especie de complicidad con los traficantes de tierras, que no es la misma situación de Guayaquil, pero aquí también hay traficantes.

La recuperación del principio de autoridad también se ha expresado en un proceso de reestructuración institucional. Antes teníamos un sinfín de pequeños órganos, muchos de derecho privado, que no hacían el ejercicio de la autoridad pública. El relleno sanitario era operado por la Corporación Vida para Quito, que contrataba a Fundación Natura y ésta contrataba a otros que subcontrataban más; en ese eslabón se pierde hasta a quién reclamar porque no sabes de quién es. De eso también podemos hablar en el nuevo aeropuerto; ahora tenemos una empresa pública que fiscaliza el contrato y así, cada vez que hay un lío de un bus o un retraso, tenemos mecanismos para exigir una operación.

En el desarrollo de la estructura inmobiliaria también establecimos otras reglas de juego. En nuestro período se han construido dos centros comerciales, los cuales han pagado íntegramente la mitigación en términos de movilidad. Antes era increíble porque el 50-50 se hacía en los barrios populares, la mitad (del financiamiento) ponía la gente y el resto el Municipio.

Pero hay otros poderes fácticos y son los choferes de buses, quienes siguen mandando, no en la ruta, sino en el trato a la gente... Hay un problema de calidad de gestión, de control de paradas, de control de horarios y nosotros tenemos una responsabilidad, digamos parcial, porque la herramienta que tenemos para ejercer ese control no es todavía la competencia de autoridad de tránsito sino solamente una competencia contractual.

¿Qué falta para asumir ese rol?

Si un bus está mal parqueado o no recoge pasajeros en la parada, existen dos mecanismos para sancionarle: imponer una contravención de tránsito, la multa y todo lo que implica; y a través del contrato de operación que tenemos como ciudad, multarle, llamarle la atención y, si infringe de nuevo, quitarle la ruta. Esta bicefalía en el sistema de control no es buena, por eso queremos tener la competencia. Queremos, por ejemplo, poner cámaras en las paradas, establecer mecanismos automatizados de cumplimiento de rutas... Por ejemplo, con los taxis fuimos a un modelo de regularización que rompió lo que antes se hacía: negociar los cupos con los dirigentes. Ahora la gente sabe que nosotros entregamos la certificación al taxista y él tiene la absoluta libertad de irse con un dirigente o juntarse con veinte amigos. Eso ha debilitado totalmente la estructura de intermediación y de coerción que existía.

Parecería que el Gobierno está organizando a la ciudad en función de las acciones que va a tomar como la construcción de las plataformas gubernamentales o la demolición de edificios en el Centro Histórico. ¿Es así?

De ninguna manera. Creo que eso es parte de una muletilla de quienes nos quieren poco como proyecto político. Primero, me parece ridículo que hagamos una especie de competencia entre las funciones y atribuciones del Alcalde o el Presidente. Estoy casi seguro de que yo he podido opinar e incidir en más cosas del proyecto global y del Gobierno, que el Presidente en cosas de la ciudad, por mi propia participación en el buró (de PAIS). El Presidente ha tenido la más absoluta delicadeza en la orientación, aporte y criterios aquí. Nunca recibí una llamada sobre un tema diciendo: “Esto hay que hacer así”, pero tenemos una agenda común que es buena para la ciudad. Lo que hemos hecho es dividirnos, qué hará el Gobierno y qué vamos a hacer nosotros. Si vamos a derrocar a la Dirección de Salud -que es del Gobierno-, es una tontería que nos pasen a nosotros para que el Municipio gaste la plata. Entonces, las cosas del Gobierno las hace el Gobierno. Por ello les he pedido que nos ayuden con el derrocamiento de un edificio horrible entre Alameda y la Plaza República, que está semiabandonado y es una parte del Banco Central y otra del MIES. Lo que ha dicho el Presidente es lo que se hará, pero todo en el marco de una sola agenda y un solo plan. Es decir, un plan donde la rectoría sobre el Centro Histórico la tenemos nosotros. Casi en todos los casos, los proyectos arquitectónicos los hacemos nosotros; nosotros los aprobamos en la comisión de Áreas Históricas y en el Consejo Metropolitano. Es una tontería suponer que es un debilitamiento de la competencia. Y si el Gobierno tiene interés de invertir en la remodelación de casas para embajadas, me parece una maravilla.

Como pasó con la Asamblea Nacional. El antiguo Palacio de Justicia ahora está destruido...

En el tema de la Asamblea trabajamos con el “Corcho” (Fernando Cordero) una y otra vez. Lo propio haremos con la Función Judicial. Con (Gustavo) Jalkh hemos tenido varias reuniones para buscar una plataforma, con el Consejo Nacional Electoral lo propio.

Es decir, es lógico porque nosotros somos capital. Esto antes no se hacía, que la autoridad local tenga una interlocución de la capitalidad, que al final es la sede de todos los poderes y de todas las funciones, por lo que hay que configurar la estructura urbana adecuada.

Con el aeropuerto, con el parque Bicentenario, con la demolición de estos edificios ¿es una ciudad que está pensando en configurarse dentro de unas condiciones más ambientales, más ecológicas, en mejorar la calidad de vida de la gente, o es solamente un embellecimiento de la ciudad?

No, de ninguna manera. El análisis que hemos hecho no solo es en el caso del Centro Histórico sino en general en la ciudad. Lo que se hizo antes fue el típico tratamiento acupuntura -auspiciado por algunos préstamos que todavía pagamos- para mejorar este hotel, el restaurante cinco estrellas, estas cuatro casas... Creo que de todo eso lo mejor fue la reubicación de los ambulantes, es una cosa meritoria. Lo que nosotros estamos haciendo es una modificación estructural del centro. Primero traigamos gente a vivir en el centro, entonces, tenemos un gran componente de residencialización en proyectos de vivienda nuestros y del Gobierno.

En segundo lugar, mezclemos los usos. Vamos a tener ahora a la UDLA y a un instituto de recuperación de turismo y de patrimonio. Vas a tener en la calle 24 de Mayo otro giro, habrá cafeterías, bibliotecas, bares, otro tipo de dinámica, el tema turístico y las embajadas.

El concepto ya no es el de recuperación, del negocio, del restaurante, del hotel... Ahora es un concepto de intervención.

Entonces, ¿cómo será ahora el Centro Histórico?

Va a ser un centro muy vivo, creo que mucho más ambiental porque seguramente iremos a un modelo de disminución de la carga de tráfico. Cuando tengamos aquí las estaciones del Metro Q, no habrá mucho sentido para que sigan pasando buses por el centro. Va a ser una zona con más gente viviendo aquí, como en (ex terminal terrestre) Cumandá que será un centro deportivo, con canchas y flores. Va a ser un centro más verdificado. Lo que uno ve ahora en la Plaza de San Blas lo tendremos en la propia Plaza del Teatro y después en los derrocamientos que se van a hacer. Va a ser un centro más amable para los que viven ahí, con muchos usos. Va a mantener -creo yo- su carácter de comercio popular, yo no creo en un centro que pierda esa función. En la Ipiales la gente encuentra centros comerciales que ofrecen cosas baratas y es bueno.

¿Cuál es la mayor amenaza que tiene el proyecto de la Revolución Ciudadana en la capital?

La amenaza en este momento es la falta de continuidad en las líneas maestras, porque estamos en una fase muy importante de despegue. Está muy bien que hayamos inaugurado el aeropuerto, pero desde mi perspectiva ese es el primer escalón de la escalera. Vamos a la fase dos, a la zona económica especial y a la plataforma logística. Eso está comenzando. En el tema del Metro Q, estamos en pleno proceso constructivo; en el plan vial, en la regularización de barrios, en la construcción de las plantas de tratamiento de agua potable.

Y la inseguridad, la contaminación...

En el tema de inseguridad, el primer trimestre de este año hemos tenido los mejores indicadores de seguridad del último lustro. Se han reducido enormemente los homicidios. Lo digo con el cuadro que hace el observatorio ciudadano, no son datos nuestros.

Yo estoy encantado. Evidentemente, hemos tenido episodios gravísimos, durísimos, pero creo que no tienen que ver tanto con temas policiales. Los casos de estas dos chicas tienen que ver con temas de valores, de convivencia, que son más profundos que los policiales. Que haya un tipo que piense que puede matar a una persona es una cosa ya grave, pero no son temas policiales.

El tema de contaminación se puede enfocar desde dos perspectivas, a veces desde una novelería ecológica. Los mayores cambios en el ecosistema que deberíamos tener son primero cambiar de matriz energética, esto es salir del motor -es decir del bus, del auto- y pasar a un modelo de energía limpia que es el Metro Q. Si en ese tipo de transporte vamos a hacer quinientos mil viajes, estás sacando quinientos mil viajes que se hacen en la superficie, en el bus, en el carro. Eso cambiará la calidad del aire. La salida del aeropuerto también tiene impacto en la contaminación del aire y el ruido. Ese es un elemento clave.

El segundo tema es el de los parques industriales. Cuando nosotros íbamos a las fábricas del sur, sea a Aymesa o a la Playwood, ese era el corredor; ahora resulta que eso es el centro del sur. Ahorita te paras en la Playwood y de ahí para el sur tienes otra ciudad, están en la mitad. ¿Qué hago, les cierro? Les cierro ahorita y mañana habrá 40 mil personas desempleadas. Entonces, necesitamos un modelo exigente, pero relativamente sensato de reubicación de toda la estructura industrial en parques industriales. Con eso bajamos mucho la contaminación sin afectar la industria productiva.

También está el reciclaje y la reutilización de desechos. El modelo de basura que heredamos era infame; era un modelo por el cual había gente que ganaba mientras más basura se producía. Entonces si ganabas más, por más basura en el relleno, más basura en transportar y más basura en la estación de transferencia, todos los incentivos apuntaban a producir más basura. Hoy tenemos una estructura pública, en la que ya no estamos pagando a nadie por más basura sino que estamos incentivando el reciclaje y la reutilización. En eso hay dimensiones económicas, no es porque la gente es o no ecologista. Si hay contratos que lo que hacen es pagarte una fortuna mientras más basura hay; a ellos poco les importa reciclar.

También hemos tomado decisiones duras, hemos puesto candado en el perímetro urbano. Ya me pusieron unas demandas en la zona de El Bosque, pero no voy a permitir una casa fuera del límite urbano. Y en la zona de El Bosque ya tenemos el plan para la configuración del parque noroccidental de Pichincha. Ahí está el proyecto, con nueve mil hectáreas desde las antenas hasta el perímetro de El Bosque; todo el Pichincha será parque. Ya no va a ser zona urbanizable como es ahora. Es una medida durísima, afectará a mucha gente y sé que provocará una reacción terrible porque hay gente que tenía fundadas sus expectativas, pero se acabó. Son medidas fuertes que a veces no se leen desde la dimensión política que tienen. ¿A quién le afectó? A los traficantes y a esos especuladores inmobiliarios.

En los términos clásicos de la política, toda revolución crea sus élites. ¿Aquí se está constituyendo una élite nueva en la ciudad de Quito? Y no digo élite por privilegiada, por exclusiva ¿hay una nueva composición social?

Quito nunca ha tenido, ventajosamente, una marcada segmentación entre lo que podríamos llamar sectores populares y sectores medios, es decir, siempre existió una especie de continuo. Creo que es un valor extraordinario, es decir, si dices que alguien vive en San Pedro Claver o en la Villaflora, o en la Rumiñahui, a lo mejor el papá es empleado, maestro y obrero un poco calificado, entonces no sabemos si ese sector es popular o sector medio. Me parece que en la ciudad se va configurando una fuerza de sectores populares más instruidos, con más capacidad y sectores medios que comienzan a marcar un poco el ritmo.

Es decir, ¿se consolida más una clase media no clásica?

Yo diría una clase media y popular que creo construirá la hegemonía en la ciudad. Lo que vemos culturalmente es eso, versus otra visión -a veces oligárquica- de que todavía es hacienda, de quienes dicen “todo Quito” y esos “todos” son los que entran en el club, los que iban a la Plaza de Toros. Quito es una gran ciudad; nosotros lo vemos nítidamente en los niveles de adhesión y empuje que tiene el proyecto. En el estrato de 16 a 24 años existe entre el 78% y 80% de aprobación y simpatía, pero no tanto en el estrato más alto y más viejo. Creo que la disputa cultural por esta ciudad está en esa ciudad diversa, más cosmopolita, más democrática, más plural, más contemporánea frente a una visión todavía oligárquica. Hay gente a la que le duele que yo no sea de ningún club y no tenga pedigrí. Me parece que esa es la lucha de democratización más importante desde el punto de vista cultural.

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