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El Telégrafo
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El cultivo de estos frutos exóticos en la zona rural capitalina arrancó hace unos 30 años

600 frutas de todo el mundo se producen al noroccidente de Quito

El Jardín Botánico acogió una feria que mostró los colores y sabores de estos exóticos productos.
El Jardín Botánico acogió una feria que mostró los colores y sabores de estos exóticos productos.
Foto: Miguel Jiménez / EL TELÉGRAFO
18 de febrero de 2017 - 00:00 - Verónica Endara

Frutos cuyo sabor lo decide quien los prueba y otros que engañan a las papilas gustativas y hacen que lo agrio sepa dulce son algunas de las variedades que se producen en el noroccidente del Distrito Metropolitano de Quito.

Sus sabores son tan raros como sus nombres y su apariencia.

Estos exóticos manjares provienen, en su mayor parte, de diversas regiones del mundo, y algunos son nacionales. Las especies foráneas se han adaptado al clima de esa parte de la capital.

Según Jaime West, propietario de la Finca Guaycuyacu, este tipo de plantas no necesitan un cuidado especial. El clima de la zona es suficiente para que crezcan y se reproduzcan; incluso los insectos colaboran en el proceso de adaptación y polinización.

West tiene sembradas alrededor de 10 hectáreas con frutos comestibles de diversos países. Él fue el iniciador de la siembra de semillas  provenientes de climas tropicales de todo el planeta.

Llegó al país hace 30 años. Actualmente cuenta con más de 600 especies de plantas cuyos frutos son de los más variados sabores. Existen plantas que ‘cargan’ todo el año, mientras otras solo producen en ciertas temporadas.  

El objetivo de West es que los ecuatorianos degusten sabores frutales de todo el mundo.

Los productores coinciden en que las plantas exóticas que cultivan no requieren de muchos cuidados, pues se adaptan fácilmente al clima. oto: Miguel Jiménez / El Telégrafo

Puerta a los emprendimientos

Con su llegada, pequeños agricultores de la zona también han empezado a producir frutos exóticos tanto nacionales como extranjeros.  Pero a diferencia de West, los emprendedores de la zona comercializan su producción.

Ese es el caso de Pablo Quinte, quien vive en el sector Guayabillas y desde hace 15 años cultiva estas especies. Cuenta con alrededor de 100 variedades, pero el producto que más réditos le ha traído es el salak.

Este fruto proviene de Asia. Su cáscara es de color café, con una textura similar a la piel de culebra. La parte comestible es blanca y agridulce, una mezcla de sabor a piña y manzana. Existen otras especies de salak que son más dulces, pero menos solicitadas por los consumidores.  

Quinte vende semanalmente cerca de 500 de estos frutos, gracias a que el salak se produce todo el año. Asegura que el fruto se ha dado a conocer, poco a poco, principalmente en los mercados de Quito. Se consiguen 4 frutos por un $ 1, aunque directamente en las fincas se obtienen hasta 6 por ese precio.    

Quinte también cultiva chicle, mangostino, entre otras especies.

Otros pequeños agricultores se han dejado llevar por su creatividad y entusiasmo para iniciar nuevos emprendimientos en base de estos frutos.

Magdalena Tipanluiza, por ejemplo, vive en la parroquia Pacto y desde hace 10 años se dedica a elaborar mermeladas. Aunque tiene cultivos de 100 especies frutales diferentes, actualmente cuenta para la venta con 50 variedades de frutas de todo el mundo. Ciruela, borojó, guayabilla colombiana y arazá son algunos de esos sabores.   

Agustina Arcos es otra emprendedora que aprovecha estos innovadores sabores. Desde hace 5 años elabora en su finca, ubicada en Mashpi (Pacto),  chocolate combinado con estos frutos de manera artesanal. Por ejemplo, hace chocolates con calamondín, un cítrico de origen asiático cuya cáscara es dulce y también comestible.

Arcos cuenta con 5 hectáreas de sembríos de cacao y de unas 150 plantas tropicales del mundo. Actualmente ha creado 9 tipos de chocolates hechos con estos frutos exóticos. Se los encuentra en tiendas de productos orgánicos.

West cree que con el tiempo este tipo de frutos se van a posicionar en la mesa de los ecuatorianos. Su objetivo —dice— es que se vuelvan comunes en el país. Asegura que el salak ya se lo vende en San Lorenzo, Quinindé, Cumbayá y Tena.  

“Hace 50 años, el maracuyá prácticamente no existía, la gente no lo conocía. Hay varias frutas nuevas que algún día todos los ecuatorianos las van a conocer porque estarán en los mercados”.

Durian, el rey de las frutas. Es un fruto propio de Asia. Es muy famoso por su sabor cremoso, valor nutricional, medicinal y afrodisiaco.

Efectos extraños

Grandes como una sandía, pequeños como una semilla, agrios o dulces, de diversos colores y texturas, así son los frutos que se producen en el noroccidente del Quito.

Desde África llegó la ‘baya milagrosa’, su principal atractivo es engañar al paladar. Es pequeña como un fréjol, pero tiene la capacidad de bloquear los receptores de acidez de la lengua, provocando que el comensal sienta solo lo dulce de otros alimentos. Por ello no es raro que después de consumirla, un limón se convierta en el fruto más dulce que se haya probado.

El mismo efecto tiene la lemba, una fruta asiática que hace que hasta el agua sepa dulce. De ese continente es también el mangostino de botón, que tiene un sabor dulce y ácido.

Desde Oceanía llegó la claudia australiana. Su corteza es comestible, de color rosado y de sabor ácido. Se la usa para jugos o mermeladas. De esa misma región también es el frutipán sin semillas. Se la consume de diversas formas; por ejemplo, si se la cocina cuando está verde, tiene sabor a pan.

También existen plantaciones de frutos nacionales provenientes de zonas como la Amazonía. Ese es el caso de la caña agria. El zumo del tallo, además de servir para hacer jugo, se utiliza a modo de medicina para aliviar malestares en los riñones. Sus flores también son comestibles. (I)

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