WhatsApp y las crisis online
En época electoral, Twitter era hasta hace unos dos años la red social preferida para hacer campañas grises, con la difusión de noticias falsas e información negativa de un candidato o un partido político. Sin embargo, en la actualidad, WhatsApp se ha convertido en el nuevo epicentro de crisis online.
Si bien esta plataforma apareció en 2010 para facilitar la comunicación directa a través de un servicio de mensajería instantánea, con el paso del tiempo mutó y ahora se ha convertido en una poderosa arma de comunicación política, por su componente de sociabilidad.
De acuerdo al informe anual Digital 2020, de Hootsuite -que fue difundido en junio de este año- ocupa el tercer lugar luego de Facebook (2.449 millones de usuarios) y Youtube (2.000 millones de usuarios). WhatsApp cuenta con 1.610 millones de cuentas y está por encima de Instagram y Twitter.
A través de WhatsApp, los partidos y candidatos pueden llegar de forma directa a la ciudadanía, sin la participación o los medios de comunicación tradicionales. Ha resultado útil para informar sobre las actividades proselitistas, correr sondeos de opinión para medir el ánimo del elector, activar acciones online a favor de su candidatura y también para provocar crisis a través de campañas de contraste.
En las elecciones presidenciales de 2018, en Brasil, WhatsApp fue usada para enviar de forma masiva mensajes que afectaron la reputación del candidato oficialista Fernando Haddad, del Partido de los Trabajadores (PT).
El diario local Folha de Sao Paulo reveló que varios empresarios cercanos al hoy presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, pagaron más de 3 millones de dólares por ese “servicio”. Poco después del escándalo, WhatsApp dio de baja centenares de miles de cuentas que se usaron para difundir fake news.
En Argentina, en cambio, durante la contienda electoral entre Mauricio Macri y Daniel Scioli (2015), WhatsApp se volvió un motor de acción digital que tuvo eco en otras plataformas. Permitió difundir de forma masiva contenidos que migraron fácilmente a redes sociales y se volvieron virales en Facebook, Instagram y Twitter.
El fenómeno se reproduce en la mayoría de países de la Región. Principalmente en los que recientemente se han desarrollado elecciones o están por realizarse, como Bolivia, Perú, Colombia y también en Ecuador donde WhatsApp también influye (aunque no determina) en la construcción de la opinión pública y la percepción alrededor de los candidatos y los partidos políticos.
¿Por qué creemos en lo que se difunde por WhatsApp? En primer lugar, porque los mensajes provienen de nuestros círculos de confianza: familiares, amigos, parejas, colaboradores. Además, en la era de la posverdad, los usuarios se enganchan emocionalmente con las redes sociales y consumen, reproducen o interactúan con las publicaciones que refuerzan sus puntos de vista, independientemente de que esos mensajes sean verdaderos o falsos.
Frente a esta realidad, son fundamentales las iniciativas que puedan darse alrededor de la verificación de datos y no solo en época electoral. Tanto ciudadanas, como las que puedan construirse desde el periodismo formal.
En este sentido, quizá sea momento de que las empresas de comunicación dediquen menos tiempo a contar hechos fríos, salgan de ese círculo del diarismo, y se enfoquen en la profundización y la curaduría de contenido. (O)