Elegir el lugar para vivir
Una vida a lo grande (2017) de Alexander Payne es una comedia que se puede ver en las redes streaming. Entre la ciencia ficción y el drama social, presenta la hipótesis de poder empequeñecerse, gracias a un experimento científico, y elegir la vida dentro de alguna comunidad bajo unos nuevos valores.
La película plantea cómo remediar el problema de la sobrepoblación, causa del desequilibrio del medio ambiente existente, además de la crisis de las relaciones sociales, de trabajo y una economía que excluye a mucha gente. El experimento implica formar ciudades-Estado reducidos a escala, donde se vive con nuevos ideales, donde es posible, por fin, el disfrute de la naturaleza.
Sin embargo, la imagen de tal tipo de sociedad no es más que la simulación de la supuesta utopía del capitalismo en tamaño diminuto, con su ordenamiento interno, con sus edificaciones idealizadas, con una convivencia pacífica entre individuos, hasta que pronto descubrimos que, para su logro, es necesario contar con los otros componentes de la sociedad del bienestar: el licor, la fiesta, la servidumbre y los excluidos.
Ante esta representación, Payne también nos confronta con otros dos tipos de sociedad: la de la periferia, con sus habitantes miserables, que viven de las migajas de la sociedad del bienestar, y una autosuficiente, con rasgos hippies, que cree en el apocalipsis, por lo cual quiere refugiarse en el interior de la Tierra.
Una vida a lo grande presenta así tres formas de comunidad: la capitalista, con sus estándares satisfactorios de bienestar; la suburbana, como la parte cancerosa de la primera; y la contracultural, vitalista, que prefiere evadirse del mundo. El problema está en que Payne no critica a esas realidades y más bien se decanta por un capitalismo refundado en miniatura, esto sí, con relaciones consensuadas. En otras palabras, la solución a algún problema contemporáneo –incluido el medioambiental– pasa por la interculturalidad, especie de concertaje de socialidades bajo el auspicio del capitalismo.
Si uno quisiera elegir dónde ir a vivir, la respuesta sería en ese mundo miniatura, gracias al “efecto microscopista” del cine: Qué mejor apartarse del mundo real, para disfrutar lo deseado, sin importar las diferencias; además, dedicándose a la caridad. Payne refunda el new american life en el siglo XXI. En tal sentido, su película es propaganda de un sistema de vida. (O)