Punto de vista
Vías fluviales del Guayas (II parte)
Durante el verano se podía navegar desde Guayaquil hasta Babahoyo, mientras que en invierno, la navegación se extendía hasta Caracol. En esta última estación, las constantes inundaciones afectaban muchas veces hasta Babahoyo, y cuando esto ocurría, según un relato de inicios del siglo XIX: “Se inunda toda la campaña hasta subir al piso de las casas elevadas, por lo común de tres o cuatro varas, y por eso y (por) cesar dicho comercio, se retiran (los habitantes de Babahoyo) al pueblo de Ojiva”, que también se llamó Caracol, señala el geógrafo Villavicencio.
Las dificultosas y empinadas cuestas de Chimbo y San Antonio hicieron pensar a algunas autoridades españolas que podría abrirse otra vía entre la Costa y la Sierra, la cual fue proyectada por el ingeniero Francisco de Requena.
Otro conocido proyecto de conexión entre la Costa y la Sierra fue el que planteó Miguel Agustín de Olmedo, en 1748, en la idea de que fuera permanente, tanto en verano como en invierno. Su ruta prevista era otra vía conocida en la época precolombina, “que salía de Babahoyo y avanzaba por vía fluvial hasta el piedemonte, y emprendía la subida por la cuesta de Chazo Juan (1050 m s. n. m.), en el subtrópico, subiendo hasta el puerto de montaña de Tomavela (3000 m s. n. m.) y avanzando desde ahí, por El Arenal (4500 m s. n. m.) y Santa Rosa, hacia Ambato. Él presentó incluso un mapa topográfico, pero finalmente no hubo presupuesto para ejecutarlo.
La otra vía que atravesaba el corazón de la cuenca del Guayas hacia la cordillera de los Andes fue la que conectaba Guayaquil con Alausí, trazando una línea recta desde Yaguachi hacia la Sierra central, pudiendo bifurcarse en dirección a Riobamba o Cuenca. Luego, en 1828, la Sociedad Económica de Amigos del País de Guayaquil propondría un enlace directo entre Yaguachi y Cuenca, el cual aparentemente tendría permanencia para todo el año.
La historia nos demuestra que estas vías fluviales fueron rápidas y seguras desde la época de la Colonia hasta el siglo XIX. Verdaderas arterias de comunicación, hoy prácticamente abandonadas, su presencia significó, al menos en las sinuosidades de la cuenca del río Guayas, la oportunidad de trasladarse entre las distintas zonas y localidades, ante la prácticamente nula existencia de vías terrestres que, por su precariedad, fueron calificadas como “caminos de aves”, irónica alusión de los viajeros extranjeros que entre los siglos XVIII-XIX visitaron Ecuador. (O)