Venezuela, rostros sin fronteras
Para muchos ecuatorianos, la llegada de miles de venezolanos a este país ha sido una verdadera sorpresa, pues se escucha mucho sobre la crisis en nuestra hermana República, pero poco se sabe sobre cómo afecta a sus ciudadanos y también a nuestros compatriotas.
A Ecuador no solo llegan venezolanos, que huyen de una grave crisis, sino ecuatorianos que decidieron regresar a su casa.
A diario más de 2 mil venezolanos cruzan el puente de Rumichaca, son rostros y nombres llenos de esperanza que ven en Ecuador una oportunidad para salir adelante, al tiempo que contribuyen con el desarrollo de todos nosotros. Esa cifra quizá parezca grande, pero aún faltan muchos más por llegar, sin contar a todos los ecuatorianos que tomaron la decisión de volver en 2018.
La colonia de ecuatorianos que residen en el territorio venezolano es de 350 mil compatriotas, quienes también padecen la grave crisis de alimentos, la falta de acceso a las medicinas, el alto costo de vida y una exorbitante inflación, que ubica al salario mínimo por debajo de los $ 4. A eso se suma la falta de claridad política sobre a dónde va Venezuela, qué ha impulsado a una cuarta ola de migrantes del país que un día fue el más rico y el puerto seguro para todos aquellos que huían de guerras, persecuciones o crisis económicas en el mundo y la región.
Venezuela marcará un importante precedente para América Latina, con uno de los procesos migratorios más grandes en su historia y centrado en el Cono sur, pues los fuertes controles y la falta de oportunidades solo hacen factible que el venezolano salga por tierra hacia Colombia, Ecuador, Perú, Chile o Argentina, porque las puertas están cerradas en Panamá y el resto de Centroamérica.
La diáspora venezolana nos debe invitar a los ciudadanos y a los políticos a reflexionar más allá de la grave crisis humanitaria. Hoy es Venezuela, pero mañana puede ser cualquier país de la región, incluso nosotros. La solución no está en controlar o evitar el paso a quienes un día nos tendieron la mano, sino en tomar decisiones firmes en favor de los derechos humanos y dejar de lado ese “aquí no pasa nada”. (O)