El toque del rey, exorcismo contra la tisis
De la búsqueda de curas milagrosas está preñada la historia.
El toque del rey consistía en que ciertos monarcas al tocar las escrófulas, curaban la tisis.
En especial, Enrique IV de Francia, Felipe el Hermoso, Roberto II el Piadoso, San Luis de Francia.
Le roy te touche, et Dieu te guérit.
Felipe de Valois, un solo día tocó a 1.500 escrufolosos.
La cruz de Lorena, dos travesaños horizontales cruzando sobre la vertical, el más breve más arriba, el más largo más bajo, traía como icono milagroso y cristiano los sanatorios de tuberculosos.
A pesar de los ritos mágicos y religiosos, la tuberculosis se cebó con todos.
Personajes de la historia no son sino una muestra no representativa de una enfermedad colosal y dispersa.
El punto álgido de la curva ocurrió a fines del siglo XVIII y comienzos del XIX desencadenado por la migración campesina a la ciudad, los trabajos forzados y mala alimentación de los obreros, para servir de conejillos de Indias en favor del advenimiento del éxito de la máquina de la Revolución Industrial.
Moliere muere en pleno escenario con un ataque de hemoptisis representando El enfermo imaginario.
Como vestía de amarillo nació la superstición de que los artistas no debían vestir de amarillo en las tablas.
El melancólico y prodigioso pianista Chopin y el filósofo ginebrino Rossesu.
Y Laenec, el inventor del primer estetoscopio. Y Antón Chejov y Frank Kafka y John Keats.
La belleza tísica estuvo asociada a la palidez, como la de las tres gracias de Sandro Boticcelli en La primavera. El nacimiento de Venus. Las mujeres tomaban agua con vinagre para producir anemia hemolítica, Spes phtisica y rapto antes de la fuga mundi en el romanticismo.
Oído de tísico es parte de la leyenda difusa de que la tuberculosis afina la recepción del sonido.
Escritores pusieron a la tuberculosis en el centro de sus creaciones. Axel Munthe, en La historia de San Michele, autobiografía tuberculosa en Capri.
Edgar Allan Poe narra la agonía de un tuberculoso hipnotizado en el umbral de la muerte. Su cuento: “La verdad sobre el caso del señor Valdemar”.
Dostoyevski se sedujo con los tuberculosos. Karina Ivanovna en Crimen y Castigo.
Kirillov en Los endemoniados. Ippolit y Marie en El idiota. (O)