Superhéroes militaristas
En tiempos de superhéroes, popularizados por Hollywood, la cinematografía rusa parece querer fundar los suyos. La propuesta es Guardianes (2017), de Sarik Andreasyan.
¿Hay alguna diferencia entre esta cinta rusa con las de moda que provienen de EE.UU. bajo la marca de Marvel? Se podría decir que no: cuatro engendros, producto de la experimentación bioquímica con el ADN en la Guerra Fría, son recuperados por el Gobierno para enfrentar la amenaza y la destrucción “mundial” ocasionada por unos robots y, con ello, unos oscuros intereses.
El esquema se parece al de Vengadores, de superhéroes occidentales que, primero a regañadientes, luego convencidos de su patriotismo, deben enfrentar al mal. Pero visto así, se podría decir que Guardianes es una declaración de cómo el cine ruso (poco conocido en nuestro medio, salvo por ciertas películas que circularon en cineclubes o cinemateca, incluso autores clave, como Andrei Tarkovski, por otro lado, en su momento maltratado por el régimen comunista) quiere entrar a formar parte del gran mercado fílmico con películas que imitan a las de Hollywood.
Vendría a ser la respuesta a Marvel y compañía en sentido que los rusos también se pueden dar el lujo de crear sus propios superhéroes con las mismas convenciones estéticas y narrativas ya probadas de los norteamericanos. ¿Y cuáles son dichas convenciones, grosso modo? Superhéroes que obedecen a un programa militar de defensa; productos mutantes de algún proyecto que al final asumen su destino “histórico”; el mal superior que amenaza la vida planetaria, etc.
Sin embargo, son los mitos de máquinas militares que defienden, mal que mal, o mal que bien, la nación. Frente a la débil maquinaria estatal o de gobierno, estos superhéroes dan la cara y le plantan una bofetada al más cruel de los malos. Frente a esto, Guardianes tiene el añadido que, como el Capitán América, posee el Superoso que representa el poderío militar ruso. Si tuviéramos que decir una idea sobre los superhéroes en general, habría que indicar que son la viva imagen del neofascismo para dummies, enmascarados en histriónicos pseudoargumentos existencialistas. La caricatura del militarismo escondería a la larga la implantación de regímenes crueles. (O)