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Ecuador, 27 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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Soluciones violentas

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Estamos acostumbrados a la violencia en el cine, al punto que es presentada edulcorada, banal y hasta jocosa. La película Deadpool 2 (2018), de David Leitch, es el ejemplo de cómo la industria cultural muestra tal violencia como espectáculo: la mediación de la pantalla y de los efectos especiales hace que aquella sea vista como si fuera un atardecer o un amanecer de forma pasiva.

Deadpool 2 es la continuación de otra anterior con el mismo nombre, dirigida por Tim Miller. Su personaje es un superhéroe que fue objeto de un experimento, haciéndolo inmortal. Sin embargo, lo que le caracteriza es su cinismo, su humor negro, su modo de ver la vida sin sentido, etc. Se podría decir que su condición de mercenario se refuerza gracias a la mutación que sufre y hace potenciar su perspectiva de la realidad como intrascendente. El mundillo con el que se enfrenta es el de otros tan terribles como él, aunque aquellos tienen propósitos menos “humanos” y más de beneficio propio (y corporativo). De ahí que este superhéroe es también un incrédulo que nos hace caer en cuenta que el mundo está dominado por una red de mafias, de corporaciones y manejos oscuros. La vida cotidiana, mediante tal perspectiva, se parece a la de los insectos, expuestos a ser aniquilados en cualquier momento. Deadpool 2 sigue la misma tónica de su predecesora: de presentar la violencia como medio de solución. Una cosa llama la atención: que el superhéroe o, mejor dicho, el antihéroe con súper poderes (porque incluso no cree en sí mismo) se enfrenta a la escuela de mutantes de donde pudo haber tenido su origen. La alusión es a X-Men, un plantel disruptivo donde los mutantes aprenden a tener conciencia de su situación. El pretexto es un adolescente capaz de disparar fuego, quien habría sido objeto de abusos sexuales por parte del director. El tema de la pederastia de pronto aparece como el motivo moral que devuelve a Deadpool la posibilidad de reencauzar su historia. Como sucede en el universo de los superhéroes, la solución viene por las propias manos, violencia exacerbada de por medio. En otras palabras, para la película, su director, Leitch, y su actor principal, Ryan Reynolds, la única solución ante la pederastia sería el mismo ejercicio de la violencia en el propio cuerpo del violador (o de cualquier otro criminal) sin llegar a matarle, hipótesis que presenta desde ya sus aristas, puesto que se exhibe tal hipótesis como parte del espectáculo de la violencia. El filme, desde ya, se nos antoja ideológico. (I)

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