Al asumir el mando presidencial, una de las primeras frases de Lenín Moreno Garcés fue “Ni una menos”. Tomaba del feminismo internacional una de sus consignas más urgentes. Un sector importante del movimiento ecuatoriano de mujeres promovió la Ley para la Prevención y Erradicación de la Violencia, postergada, instrumentalizada y sin normativa, rectoría clara, ni presupuesto.

Perfectible, debatible, que tiene que ampliarse a la población LGBTI, la ley debía sin embargo ser tratada con la relevancia debida, pero se convirtió en una expresión más de la displicencia del Gobierno ante nuestras demandas.

Otra conquista del movimiento de mujeres ha sido introducir al debate nacional la despenalización del aborto. Erradicar el tabú y recuperar la vida de las niñas y las mujeres, que en este país no tiene valor a juzgar por la nula comprensión de sus realidades, es una demanda en la que no retrocedemos.

El feminismo global no solo da cuenta del fortalecimiento de nuestra fuerza política, sino de un nuevo tiempo en que los Estados tendrán que estar a la altura de nuestras demandas.

Las mujeres están defendiendo también la tierra y el agua del extractivismo, vienen de lejos a no ser recibidas por los funcionarios de turno y confirman que las desigualdades históricas solo se agravan. Pero también sabemos que esas miles de mujeres son una fuerza que se mantiene viva contra los Estados. Esas mujeres son la fuerza creciente de la tierra y eso no muere.

Nos hallamos en estado de emergencia social, pero el Estado no va a reconocerla. Nosotras, que sí vemos nuestra emergencia, no trabajamos para que el Estado lance pantallas de género a fin de disimular su naturaleza.

Trabajamos por la vida y vamos a transformarla en todos los espacios que tenemos. Nuestra revuelta es seguir vivas, lo muestra nuestro rostro diverso y multiplicado por millones, que se ha tomado las redes, las escuelas, las universidades, las calles.

Los feminismos han transformado lo que entendemos que es la vida y esto irá más allá del tiempo del Estado y del capital. Afirmamos, con la fuerza de nuestra palabra: Ni una menos. (O)