Qué es mejor: ¿altos o bajos impuestos?
Imagínese que usted, estimado lector, fuera electo Presidente de este bello país. Seguramente lo primero que hará es preguntar qué requieren los ciudadanos, cuáles son sus necesidades y cuánto están dispuestos a pagar por satisfacerlas.
Un grupo de ciudadanos escogerá pagar altos tributos, a condición de recibir muchos servicios del Estado y de calidad, en mejores condiciones (calidad y precio) que si lo adquiriese en el mercado.
Un segundo grupo de ciudadanos preferirá simplemente no pagar nada o muy poco y adquirir en el mercado aquello que necesite: agua y alimentación, infraestructura y comunicaciones, cultura y ciencia, educación, vivienda, trabajo, salud y seguridad; entendiéndose como la “mano invisible” del mercado; así acuñada por Adam Smith (1776), en la que el mercado se regula a sí mismo.
Un tercer grupo a lo mejor buscará alejarse de los dos extremos, es decir, que ni el Estado pretenda anular la capacidad de los empresarios, trabajadores y emprendedores en el mercado; ni que estos asuman actividades de regulación y control en la que serían ineficientes por ser juez y parte; como si en lugar del SRI tuviésemos a las Cámaras fiscalizando y recaudando tributos.
Y esto lo vemos en todo el mundo. En el primer grupo, aquellos países con impuestos altos, para cumplir con las obligaciones que así les imponen sus ciudadanos y que no son pocas. Un segundo grupo de países con muy bajos impuestos, asimismo con Estados muy livianos y a los que poco se puede exigir. Finalmente, un tercer grupo que tiene Estados con obligaciones y responsabilidades que, para su cumplimiento, requieren de un régimen tributario estable y sostenible.
¿Cuál de este tipo de sistemas tributarios es el mejor? ¡Todos son buenos! No se asuste si usted se ubica en cualquiera de ellos. De hecho, el Informe 2018 sobre Desarrollo y Crecimiento Inclusivo del Foro Económico Mundial (https://www.weforum.org/) que mide el aumento del PIB, ingresos medios por familia y pobreza y ahorro neto, entre otros factores, ubica como países más inclusivos, después de Noruega a Islandia (2), Luxemburgo (3) y Suiza (4); estos últimos calificados por nuestro SRI como “paraísos fiscales”. Quizás no son tan nocivas y perversas estas naciones, como nos hacían creer… (O)