Se ha dicho que la modernidad es la afirmación de la humanidad como humanidad, porque el hombre y no Dios, como era antes, se convierte en el centro de las preocupaciones y reflexiones de élites políticas e intelectuales que promoverán una serie de cambios que se concretarán de manera lenta, pero a escala planetaria.

Estas transformaciones serán tanto materiales como espirituales y abarcarán todos los espacios posibles de intervención humana. En este sentido, la modernidad es una experiencia vital de todos los hombres y mujeres inmersos en sociedades abiertas al contacto con otras.

Uno de los autores que con mayor éxito profundizó en la problemática de la modernidad es el estadounidense Marshall Berman.

En su indispensable libro Todo lo sólido se desvanece en el aire (1982), sostiene que la modernidad debe entenderse como “una forma de experiencia vital –la experiencia del tiempo y el espacio, de uno mismo y de los demás, de las posibilidades y los peligros de la vida– que comparten hoy los hombres y mujeres de todo el mundo de hoy”.

Para Berman, la modernidad es una experiencia o conjunto de experiencias de carácter vital. La índole de esa experiencia es espacial y temporal. Pero esa presencia en el mundo es más que física y cosmológica: su índole es principalmente histórica y social. Y dentro de esa historicidad, la modernidad responde a una incesante lógica de creación-destrucción que la envuelve, como dice Berman, “en una vorágine de perpetua desintegración y renovación, de lucha y contradicción, de ambigüedad y angustia”.

Por su parte, el sociólogo francés Alain Touraine, en su libro Crítica de la modernidad (1992), sostiene que la modernidad no es solo “cambio puro, sucesión de acontecimientos”, sino “difusión de los productos de la actividad racional, científica, tecnológica, administrativa. Por eso, la modernidad implica la creciente diferenciación de los múltiples sectores de la vida social: política, economía, vida familiar, religión, arte en particular”.

Según lo que se desprende de la tesis de Touraine, la modernidad es un producto y proceso histórico que deviene instancia de aceleración tecnológica y administrativa, por la creciente diversificación y complejización de la vida humana. (O)