Hay pocas ciclovías en Quito
Hay varios hechos comunes en la mayoría de ciudades. El incremento del vehículo particular en países en vías de desarrollo, en donde es cada vez más usual ver carros con un solo ocupante. Diariamente, la queja de quienes habitamos en Quito es la
movilidad por las dificultades para transportarnos, pues la congestión por las vías principales no da tregua. Entrar a una estación de bus (Trole) a una hora pico es todo un reto, sumado a las demoras, con los consabidos riesgos para la seguridad e integridad. Y, en este contexto, la bicicleta u otro modo de transporte alternativo es una interrogante que
debemos responder.
Empezamos respondiendo que el problema no es que faltan formas o alternativas para movilizarse, pues incluso han aparecido otras más, como las patinetas eléctricas.
Cada una de ellas tiene sus ventajas y sus desventajas, pero al final todas cumplen con el propósito de ofrecer el medio de transporte que más se ajuste a las necesidades y presupuestos de cada quien, pero lamentablemente en la mente del
quiteño y sus autoridades no es un tema prioritario ni que tenga la atención debida. Basta observar los presupuestos públicos que son aprobados en forma participativa, cuyos montos para estos modos de transporte son diminutos.
La participación modal que la ciudad tiene es 68% en transporte público
masivo, 26% transporte privado o particular, quedándonos en un 6% para otras alternativas, como la bicicleta y caminar, tendencias que en los últimos años no tuvieron variaciones significativas.
Con esto en mente podríamos concluir que gran parte del problema
radica en la cultura y sentido común dentro de los hábitos de convivencia de quienes compartimos el espacio público (que en ocasiones lo disputamos).
Tener en la ciudad una movilidad cada vez más sostenible, acorde con
la política de movilidad que considere al ser humano y el medio ambiente como prioridad, es una labor de la sociedad en su conjunto. Siendo una responsabilidad de todos los actores sociales. No obstante, en la actualidad esta discusión en Quito es incipiente, lo cual hace que la atención de los entes públicos tenga igual proporción, y su resultado: pocas ciclovías con un bajo nivel de ocupación, ausencia de alternativas como scooters (patinetas eléctricas) o motos eléctricas y un parque automotor eléctrico en lento crecimiento; acompañados de esfuerzos denotados, como el caso de las electrolineras instaladas para atender los pocos vehículos eléctricos que circulan por la ciudad.
Podemos concluir entonces que el ciudadano es quien decide cómo movilizarse y cada vez es más consciente de los costos que conlleva desplazarse en el menor tiempo posible, cómodamente y seguro, por
tanto la demanda por mayor y mejor infraestructura para la movilidad sostenible es imperante, y no se reduce exclusivamente al transporte público, sino que debe tener los medios alternativos de movilidad en mente, y como protagonistas a los ciudadanos que optan por desplazarse en medios no motorizados, donde quienes caminan deben tener la prioridad.
Pero ¿están preparados los quiteños para responder estos retos y desafíos? Les dejo la inquietud. (O)