Silencio y soledad
Silencio y soledad: dos palabras que resuenan aún cuando finaliza la película ecuatoriana Torero (2019) de Nora Salgado, sobre el matador Mariano Cruz Ordóñez. Las palabras son pronunciadas por este como reflexión del oficio de torero y del destino que encara cuando las corridas de toros han pasado a segundo plano en Ecuador y el mundo.
Torero es un documental sencillo. Su directora sigue los recientes años de Cruz Ordóñez, contando la decadencia del torero riobambeño y el declive de la tauromaquia. Es una metáfora del acto de torear, extensible a la vida, donde torear implica enfrentar al animal en el ruedo y afrontar las vicisitudes de la vida.
Cruz Ordóñez, pese a su juventud, debe abandonar el oficio de torero por la presencia de sus hijas que le recuerdan el peligro de su trabajo. El torero, de este modo, a menudo recuerda al espectador que, si antes su oficio era desafiar a la muerte, ahora sabe que el riesgo es alto, considerando que sus niñas requieren de atención, cuidado y cariño. Lo vemos sufrir y llorar, lo sentimos como alguien que pelea en su interior para no romper la promesa hecha a sus hijas de tener una vida sosegada. Sin embargo, el otro lado de la moneda en Torero es la misma profesión y el capital que genera: Cruz Ordóñez sabe bien que el mantenimiento y la educación de sus hijas dependen de los ingresos que puede obtener toreando.
Salgado de pronto nos saca del ambiente de toros para hacernos penetrar en el sentir, en el mundo afectivo del torero. Si uno quisiera ver en Torero una película sobre la tauromaquia es posible que le frustre la representación de un ser humano que tiene una serie de debilidades. Las elipsis (vía montaje), ciertos diálogos, ciertas situaciones nos hacen caer en cuenta que el torero enfrenta la adversidad familiar, su inadaptación al mundo cambiante, la falta de una profesión duradera, el trabajo precario que encierra el espectáculo de la tauromaquia.
Silencio y soledad son las dos caras de la misma moneda: el uno representa el torear a la muerte, es decir, enfrentar con su propio código al mutismo de la muerte; la otra supone concienciar que el oficio de la lidia encierra lo efímero del éxito como la fatalidad del destierro. Por ello Torero, aunque tenga momentos de obviedad y de exageración usando cámara lenta, es una propuesta interesante por el tono humano que encierra su mensaje. (O)