Desde el sector exportador evaluamos como positiva la gestión del Ministerio de Comercio Exterior bajo el mando de Pablo Campana, porque por un lado ha trabajado muy de cerca con el sector privado desde el primer día de gestión.

Por otro lado, ha dado un importante giro a la visión de la política comercial exterior.

Hemos tenido la oportunidad de visitar varios países acompañando al ministro Campana en la búsqueda de nuevos mercados y para atraer inversión extranjera, posicionando al país y como una nación en la que trabajan, como uno solo, tanto el sector público, como el sector privado.

Hay temas en los que se está sembrando hoy para cosechar mañana. Por ejemplo el acercamiento con Estados Unidos. Es algo que se ha venido trabajando, han existido varias visitas, intercambios y vamos teniendo avances palpables.

Falta trabajar, profundizar, operativizar el Consejo de Comercio e Inversiones, con la perspectiva de que a mediano plazo podamos concretar un acuerdo comercial.

Por otro lado se busca la firma de un acuerdo comercial con la comunidad euroasiática. Para nosotros es un mercado muy importante, y ha generado mucho interés la solicitud de nuestro país de iniciar una eventual negociación.

Otro de los puntos fundamentales ha sido entrar a la Alianza del Pacífico y dejar de lado iniciativas que nunca significaron beneficio alguno para el país como el ALBA, el cual supuestamente traía beneficios comerciales y no sirvió para nada. Fue un intento de integración político-ideológica que generó quizás más desgaste para el país.

La Alianza del Pacífico por el contrario, constituye una iniciativa mucho más pragmática, con una participación muy activa del sector privado en todos sus niveles. Eso es bueno porque motiva un entorno más favorable, genera reglas más claras, promueve la inversión.

El Ministerio ha tenido una transformación. Pasó de ser solo de Comercio Exterior y ahora es de la Producción, Comercio, Inversiones y Pesca. Allí está un enorme desafío para esa cartera de Estado: consolidar la institucionalidad para sentar las bases de una verdadera política pública en torno a la producción.

Ahora, el desafío más grande que tenemos está en la competitividad. Somos aún poco competitivos con una estructura de costos cara.

Además, a nivel público necesitamos trabajar en una visión de producción de largo aliento, con acuerdos mínimos entre el sector productivo y el Gobierno para llevar a cabo políticas de Estado que puedan marcar la ruta que vamos a seguir en los próximos años. (O)