Punto de vista
Miradas que matan en el G20
Las miradas cruzadas entre Barack Obama y Vladimir Putin son representativas de un mundo que se mantiene en conflicto permanente. Podríamos agregarle más miradas desafiantes a ese mano a mano ruso-estadounidense para graficar por completo el mapa de intereses que confluyeron en la cumbre del G20 realizada en la ciudad china de Hangozhou.
Es importante leer entre líneas los discursos de los mandatarios cuando manifiestan su preocupación por la “crisis de la economía global” o la sorpresiva proclama china y otros países emergentes como Argentina de “más libre comercio” y “menos proteccionismos”. Detrás de los discursos y los protocolos existe un mundo que no sale de su propia crisis.
El G20 es, desde 1999, un espacio ampliado del tradicional G7 (el grupo que nuclea a países desarrollados como Estados Unidos, Japón, Alemania, Francia, Italia, Gran Bretaña y Canadá) frente a la realidad de la existencia de nuevas economías emergentes como China, Brasil o India. El objetivo de ese bloque dominante liderado por EE.UU. fue hegemonizar una ambiciosa ingeniería comercial que controle los flujos comerciales del Pacífico y construya una gran área de libre comercio con Europa en el Atlántico. Las dos grandes regiones oceánicas bajo control anglosajón.
Lejos de ser un club ampliado de socios del G7, el G20 le trajo a las grandes potencias varios dolores de cabeza, especialmente, luego de la crisis financiera internacional del 2008 a partir del posicionamiento de muchos “emergentes” que cuestionaron a quienes pretenden hegemonizar ese espacio. Para ser más precisos, dentro del núcleo de países desarrollados del G7 hay que diferenciar entre la estrategia de poder de Estados Unidos, Gran Bretaña, Japón y Canadá (y con Canadá el resto de los países del Commonwealth) y los objetivos de Alemania, Italia y Francia como bloque de poder europeo. Si bien todo el G7 forma parte del gran bloque occidental (más Japón) que entró en una crisis en el seno de su geografía económica, cabe destacar que la Unión Europea se debate su propio proyecto hegemónico entre una alianza subordinada a los norteamericanos o una estrategia autónoma que lo consolide como bloque.
Teniendo este panorama, la pregunta es ¿Cuál es la estrategia de los diferentes bloques para el G20?
Suele escucharse como conclusión de todos estos encuentros que el mundo tiene que ir hacia una “gobernanza global” y allí está la discusión, cada bloque propone una gobernanza en función de sus propios intereses geopolíticos. ¿Qué quiere decir esto? La necesidad de configurar una institucionalidad mundial que exprese las reglas de un mundo económico cada vez más global y universal. Los estadounidenses y sus aliados tienen claro esta necesidad dado que muchas de las transnacionales que buscan un nuevo recipiente de acumulación tienen sus casas matrices desbordadas en EE.UU., Gran Bretaña o Japón. Ellos quieren lograr, independientemente de las banderas y los países, un entrecruzamiento de intereses, acciones y dinero en esa dirección. Esto trajo y viene generando en cumbres anteriores, una cantidad de respuestas contrarias. Ni China ni Rusia (tampoco Europa) quieren ser funcionales a una estrategia comercial que los ponga en una situación de supeditados.
En ese plano, el grado de estancamiento de las economías de las potencias centrales nos hace entrar en la conclusión de que los proteccionismos que se denunciaron a través de diferentes discursos no son dirigidos como podría suponerse a las economías emergentes sino a los grandes centros de poder como Norteamérica y Europa. ¿Quién iba a imaginar que China iba a pedirle a Estados Unidos más libre comercio? Ironías de la geopolítica actual.
En una franca disputa por la institucionalidad mundial
EE.UU. piensa esa gobernanza global en dos grandes acuerdos comerciales: El TTP y el TTIP. El primero es el acuerdo trans-pacífico que propone una zona de libre comercio que una el Eje Pacífico y construya un cerco sobre China en su propia zona de influencia. Este acuerdo tiene la adhesión del bloque regional aperturista de América Latina conocido como la Alianza del Pacífico y algunos países del sudeste asiático pero importantes resistencias dentro del G20 en China. El otro acuerdo se encuentra en un estado de situación más complejo, ya que la Unión Europea ha puesto en el freezer un acuerdo de libre comercio que genera rechazo entre productores agropecuarios de Alemania y Francia y envalentona a los ultranacionalismos en dichos países a menos de un año de un nuevo año electoral y en plena crisis del bloque europeo que no termina de relanzarse después del Brexit y los problemas migratorios.
Del lado de Rusia y China se han consolidado estructuras que buscan fortalecer su zona de influencia. La Organización para la Cooperación de Shangai es una de las más ambiciosas apuestas políticas, económica y militar de China que cuenta con el aporte ruso, el reciente ingreso de India y la posible incorporación de Irán fortaleciendo un gran bloque entre Europa del este y Asia. De esta manera, y sumando la Unión Económica Euroasiática liderada por Rusia, las dos grandes potencias del bloque emergente pretenden impulsar una multiplicidad de poderes en el orden mundial que dispute o discuta en igualdad de condiciones frente al poder anglosajón.
De esta manera, queda claro que la multipolaridad es una realidad y los emergentes, a pesar de sufrir coletazos de la crisis y la baja de los precios de los commodities, no dejan tener margen o maniobra en este contexto de un orden mundial en constante movimiento.
Dos datos que demuestran esta realidad se reflejan en la participación de Mauricio Macri y Michel Temer, los dos principales debutantes de la cumbre que, a pesar de haber tenido discursos complacientes con estadounidenses y europeos diferenciándose de sus predecesores, terminaron acordando proyectos de inversión con Rusia y
China, en su gran mayoría firmados por los gobiernos a los que sucedieron. Es decir, los aliados del bloque anglosajón “padecen” los proteccionismos de occidente y esperan las bondades del libre comercio oriental.
En el G20 confluyeron proyectos estratégicos diferentes en un momento geopolítico de fuerte disputa. La crisis está lejos de terminarse y la institucionalidad mundial cruje en un escenario de transición. Mientras tanto, el mundo seguirá siendo ese cruce de miradas como las de Putin y Obama. (O)