Las estrategias y el marketing político apuntan casi directamente a este grupo porque su poder de decisión e impacto en las elecciones es cada vez mayor. Sin embargo, la tarea de convencerlos no resulta tan sencilla. Son una generación contradictoria y políticamente más independiente.

Nativos digitales, dominadores de las redes sociales, creen que a través de estas pueden contribuir a la esperanza, el cambio y la transparencia. Pero al mismo tiempo experimentan una especie de “estado de desilusión continuo” que se refleja en sus declaraciones de no sentirse representados por los partidos políticos existentes.

Son más críticos y exigentes, y de alguna manera más libres en lo que se refiere a emitir sus opiniones y detracciones. El primero en darse cuenta de la importancia de contar con el apoyo de este segmento electoral fue Barack Obama. En la campaña de 2008 su lema: “Yes we can” fue un motivador para conectar con las expectativas de esta generación y lograr lo impensado, un presidente de color en la Casa Blanca.

Según RedComPol, en 2012 logró atraer el 66% del voto de los millennials para su reelección. Y durante su gobierno, redes sociales como Twitter, Instagram y también YouTube han sido claves para conectar con este grupo. Todo parece mostrar que esta generación dejará su marca en la historia.

Los millennials suelen ser descritos como perezosos, narcisistas, impacientes, egocéntricos y consentidos, pero al mismo tiempo comprometidos con causas como la protección del ambiente y el cambio, aunque no tengan muy claro cómo hacerlo y si son ellos los que deben liderarlo.

Son una generación vertiginosa, dinámica, desconcertante, cambiante y diferente, como el mundo que les ha tocado vivir. (O)