Le invito a hacer el siguiente ejercicio. Salga a la calle y pida un taxi, no cuenta si es de una aplicación móvil. Al subirse, dígale al conductor que va a un sitio que conozca, uno al que visite con frecuencia.

Cambie su acento, simule que nunca ha ido, que no sabe cómo llegar o dónde es. Al llegar a su destino es muy probable que el costo no sea igual al que está acostumbrado. Si el monto es correcto, usted es la excepción y felicidades por tomar un taxi honesto.

A ver, no estamos descubriendo el “agua tibia” al hablar de la tarifa diferenciada al extranjero, pero es a lo que me enfrento cada día en busca de movilización. Sé el precio de la carrera, las vías a tomar y conozco perfectamente mi destino.

Solo basta con que se te escape una palabra propia de tu país, un término no referenciado o una entonación que se quede atrapada en el oído del interlocutor para que el costo suba.

En Lima no he tenido el gusto de encontrarme a un taxi con taxímetro, pero lo seguiré buscando por las calles. Por cierto, los conductores son muy amables, extremadamente cordiales y simpáticos para entablar una conversación.

El precio no es tan elevado, según la ocasión. Una carrera corta vale entre 8 y 10 soles, que equivalen a 3 dólares. Un taxi desde el hotel que te hospedas es un autogol. Es entregarse de lleno a un banquete en el que el costo del trayecto saldrá del antojo del chofer y del bolsillo del turista que no tendrá argumentos suficientes para ganar.

Llama la atención el buen estado de los vehículos, los de las app están muy bien cuidados, elegantes y limpios. Los taxis de la calle son, en cambio, bastante distintos a los de Ecuador. No son amarillos, sino de cualquier color, aunque en su mayoría grises y con aspecto viejo. Tienen un letrero sucio en el techo que dice “taxi”. Otros son como busetas pequeñas, carritos alargados. No dan mucha confianza.

Volviendo al punto inicial, mientras sea posible habrá que buscar otros medios de transporte. Encontré uno bastante curioso del que les estaré hablando en los próximos días. Hasta entonces, a caminar por Lima. (O)