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Ecuador, 05 de Noviembre de 2024
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El Telégrafo
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Más allá del péndulo

→Un conjunto de síntomas delatan un cambio inevitable en la región en términos políticos, económicos y sociales. Las evidencias están a la vista: las últimas elecciones legislativas en Argentina que ganó el presidente Mauricio Macri, la problemática institucional no resuelta en Brasil a partir del impeachment contra Dilma Rousseff, la proclamación de la segunda vuelta en Chile entre el expresidente Sebastián Piñera y el senador Alejandro Guillier, y los brotes de corrupción en casi todos los países por los casos de Odebrecht, Panama Papers y Paradise Papers.

En el tema político, no se trata de un simple péndulo que va de izquierda a derecha, sino más bien de un desencanto de los ciudadanos de todos estos países por la política y la búsqueda de nuevas fórmulas debido al impacto de la corrupción en gobiernos de todos los signos, pues están involucrados los expresidentes peruanos, de corriente neoliberal como Alejandro Toledo, Allan García y Ollanta Humala, así como

los gobiernos del giro a la izquierda como el Partido de los Trabajadores (PT) en Brasil, y Alianza PAIS  (AP), en Ecuador. El riesgo es la impunidad.

Pero, además, un clima de antipolítica puede fracturar los sistemas políticos y debilitar las democracias.

En lo económico, el fin de la bonanza en América Latina, debido a la baja en los precios de los hidrocarburos, así como la disminución de las exportaciones de las materias primas a China abren un nuevo ciclo.

Sin embargo, en este contexto la administración de los recursos fue diferente. Paradójicamente, los países latinoamericanos, que fueron más beneficiados, ahora atraviesan complejidades como Venezuela y Ecuador, no así Bolivia.

Del otro lado, los efectos de la crisis son evidentes en Argentina y Brasil, y hay una situación más manejable en Perú, Colombia y Uruguay.

En lo social, la región enfrenta el crimen organizado, es decir el narcotráfico y sus secuelas, el cambio climático, la inseguridad y la violencia, causas y efectos de la pobreza, que no ha sido resuelta, aunque haya avances. En esta región, de más de 500 millones de habitantes, el cambio es inevitable, pero la gente debe creer una vez más en la política. La acción tendría que venir en paralelo, es decir, un giro ético a la administración de la cosa pública y enorme sensibilidad de los gobiernos para atender las demandas de los sectores más golpeados.

Y aunque la integración no esté ahora en la agenda de los gobiernos en los primeros lugares, debido a los problemas descritos, no deja de resultar indispensable repensar los avances y los retrocesos en aspectos como el intercambio comercial, la cooperación técnica, la educación con miras a homologar planes curriculares de corte regional, la seguridad y el manejo de las reservas naturales.

La idea de una agenda regional es un reto. (O) et

 

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