Punto de vista
Los cuyes aún dan sabor en las tumbas en el día tradicional de los muertos
Los cuyes, así de ingenuos, vinieron a este mundo para comer todo lo verde. En sus largas ‘malas noches’ se comen su ‘mala yerba’. Ahora ellos saben que la alfalfa es para caballos de grandes hocicos nobles y para toros erectos de cachuda aristocracia. ¿Conocen los alfalfares? Con flores de sangre azul maduran alucinando cristalerías mozárabes. Se esconden bajo la tierra los cuyes de ojos profundos: Comen chunguiles azules. Tascan las chilcas tiernas llenas de flores sin gracia. Arman trapiches blancos para chuparse las cañas de sus maíces más ebrios.
Se cobijan de cutules con sus tusitas verdes y se arriman en tertulias en banquetín de burócratas. Se relamen calladito sus calendarios de coles de días amarillados, y a veces, hasta asoleados. Los piquichises menudos con sabor afrodisíaco se resbalan por sus lanas hasta sus fecundidades. Las sangorachas de luto tienden sus largas alfombras, y allá pasan las maltonas a preñarse religiosas entre promesas moradas, con sus príncipes sureños, con cobayos janancollas, con mitimaes dinásticos curichumbis, toaingas, curipallas, tenelemas, masaquisas, chiliquingas. Y así con yayas enormes, que dicen que son peruanos, van a conquistar las plazas vestidos de lanas nobles. Los milines con espigas que llaman aschu micuna con que se curan las tripas, se comen cantando fiestas. Y cuando están listos y gordos van con el color del oro a dar sabor a las tumbas en el día de los muertos, donde hacen lloros en minga, como siempre, los más vivos.
Los cuyes bajo tanganes de chaguarqueros fecundos hacen hijos como cuyes para soltarlos al mundo. Comen pimbos ancestrales con papitas mitimaes; raíces de las verbenas que les parece algún canto; Cañas porfiadas de grama; los Chamicos tiernecitos para entrever el futuro; Catalitos con sus lágrimas resguardadas para el llanto; ramitas de capulí para saborear los cantos que resuenan a violines. Y entre tantas ensaladas, a veces se entra en silencio tanta yerba sinvergüenza con su leche de la muerte. Son las cosas del descuido de quienes muy mal les quieren que entremezclan con la alfalfa y les botan cualquier cosa que come no más la plebe. Son yerbas de otras conquistas que les amarran las tripas, y así mueren en cadena en la mitad de un poema.
Vayamos ahora a la transculturalidad
Se supone que estando vigente la Constitución de 2008, por la cual ya somos interculturales, creeríamos que las cosas fueran totalmente entendibles. ¿Cuántos de los lectores de este texto entendieron en su totalidad la narración anterior? Los que acaso tengan mejor comprensión serán los campesinos centro andinos; no así los costeños, o de otras regiones, ni los de la llamada cultura urbana, que es el modelo que rige la educación. Esto quiere decir que el texto tiene un problema de dialectología y de sociolingüística, además de tener información étnica e histórica. Cosas exóticas en las mallas curriculares.
Los cuyes son de ‘mala yerba’ porque cultural e ideológicamente, en el campesinado pauperizado, la “alfalfa” traída con la conquista y la colonia, era comida selectiva para caballos y vacunos. Los alfalfares eran el ‘combustible’ de la transportación aristócrata hasta entrada la República que necesitaba caballos para las milicias. Todo el siglo XIX está lleno de presupuesto para pagos por alfalfa necesaria para que el militarismo sea efectivo. También a los burros se les negaba la alfalfa. Lo sobrante y mal comido de los caballos se destinaba para que los burros lo terminaran de consumir. Este detalle no importa para los cuyes, puesto que son los animales que se alimentan de yerbas silvestres con los que se estaban nutriendo de singulares propiedades. La ‘mala noche’ en nuestra experiencia debe entenderse por trasnochar, por no dormir bien.
Los cuyes se alimentan mucho más por las noches que durante el día. Sobre la palabra ‘alfalfa’, tenemos que advertir que nos vino del árabe, como muchas que empiezan por /al/ como albaricoque, almáciga, alcohol, alcalde, etc. Las alfalfas se distinguen por las variedades de tono azul en sus flores. Sobre los espacios en donde se criaban cuyes, tenemos dos maneras todavía vigentes: se cavaban pequeñas “covachas” en la tierra muy próximas a los patios de vivienda. En otro caso, los cuyes se criaban dentro de las chozas indígenas destinadas para la cocina. (O)