Limpio por fuera...
Hay lugares que destacan por su pulcritud. Sitios impecables donde no se encuentra un solo papel mal ubicado o el rastro de algún desecho olvidado de arrojarse en el basurero. A las ciudades también las catalogamos por ser limpias o no. En el caso de Lima, una vista panorámica por ciertas zonas permite constatar su cultura de respeto ambiental.
Barrios como Miraflores o San Isidro se conservan para mantenerse radiantes y atractivos. Sus parques son de un verde intenso, como pintados con acuarelas, con bancas y jardines ordenados. Las pequeñas ardillas cafés que habitan en los árboles son la única cosa que rompe la perfección de sus ornamentos. Ellas, tan juguetonas, se mueven de un lado a otro.
Los limeños, incluso en barrios menos exclusivos como los mencionados, recogen en bolsas los desechos de sus mascotas. Las veredas están limpias y libres de basura. El parque Kennedy sería lo más cercano a una excepción, por los platos y recipientes de plástico que se hallan en el suelo para alimentar a los gatos que ahí viven. Mas, la rápida cultura de recolección de basura hace que su notoriedad sea fugaz.
En distritos populares, como Cedros, Santa Rosa o Antón, la situación cambia ligeramente. En general lo que se encuentra son montañas de residuos que en algunos casos son incendiados por sus moradores.
Pasear por Lima es observar un buen ejemplo del respeto al entorno. El cuidado del planeta, al parecer, es prioritario para sus habitantes. Así se nota con los basureros colocados en calles principales y secundarias.
Claro que no todo puede ser perfecto. En Lima aún falta tratar un aspecto clave, que tiene que ver con los buenos modales.
Si termino de comer en un restaurante, la norma de urbanidad y comportamiento en sociedad dicta que vacíe la bandeja en los contenedores.
Cuesta entender la dificultad de esta tarea. En los patios de comida la imagen principal son las sobras de comida abandonadas en las mesas, sin el mínimo respeto al prójimo. En dos ocasiones, de pie a la espera de que una familia y un joven terminaran de comer, tuve que pedirles que se llevaran consigo los restos de lo que consumieron. No me quiero llevar de recuerdo a Quito una caja blanca de cartón de un restaurante que vende pollos o las servilletas usadas de una marca de hamburguesas. (O)