Los Estados Unidos son el principal mercado de las exportaciones ecuatorianas. En el 2016, por ejemplo, Ecuador exportó $ 16,8 mil millones, de los cuales Estados Unidos adquirió la tercera parte. Las exportaciones no petroleras del país representaron en el mismo año un 70% del valor total exportado, y de ese total un 22% (alrededor de $ 2,6 mil millones) fueron adquiridos por los Estados Unidos.

Es evidente que la política comercial de nuestro país debe reconocer que Estados Unidos es nuestro socio principal. Pero también cabe advertir que los productos no petroleros que los Estados Unidos compran a Ecuador son fundamentalmente bienes primarios: crustáceos (44%), rosas (29%) y oro en bruto para uso no monetario (27%).

Frente a esa realidad comercial cabe preguntarse: ¿conviene al Ecuador negociar un TLC con Estados Unidos? El presidente Moreno lo ha insinuado en días pasados. ¿Contribuiría un TLC con los EE.UU. a la reactivación de la economía y al desarrollo del país? El eventual TLC beneficiará a algunos sectores pero generará pérdidas significativas para otros. Entre los primeros se cuentan los exportadores de flores, atún, textiles y hortalizas, y entre los segundos los productores de leche, arroz, maíz y, posiblemente, también los de pollos, pues los EE.UU. difícilmente dejarán de subsidiar su producción agropecuaria. La reconversión productiva a que ese hecho conduciría supone un Estado inversor en transporte y comunicaciones, capacitación laboral y empresarial y, sobre todo, tiempo para incrementar la oferta exportable y los niveles de competitividad.

Luego, ¿eliminarán los Estados Unidos sus barreras no arancelarias en la era de Trump, sobre todo para la importación de manufacturas? ¿Sería realmente recíproco el acceso a mercados como para permitir al Ecuador diversificar sus exportaciones y aumentar las de manufacturas en vez de consolidar su condición primario-exportadora? Tampoco pueden olvidarse algunos condicionamientos usualmente impuestos por los EE.UU.

Basta mencionar el impacto que acarrearían para la producción de medicamentos genéricos y, por tanto, para la salud de la población, pero también para la protección de nuestra biodiversidad o la defensa de nuestros conocimientos tradicionales. Las exigencias de los EE.UU. con respecto a la propiedad intelectual pueden constituir un verdadero caballo de Troya. (O)

Francisco Pareja Cucalón
Director de la cátedra de Integración U. Andina