La Quiteña Universal
La Generala del Ejército Libertador de la América meridional, Manuela Sáenz Aizpuru fue, sin duda, la mujer de habla hispana más brillante y épica de su tiempo. Su briosa militancia y arrojo, visión estratégica y lealtad; así como las lecciones de intuición política, igualdad en la lucha y dignidad de mujer que con dulzura magistral enseñó al Libertador Simón Bolívar, la hacen la más insigne mujer de todo el siglo XIX.
La gesta libertaria de nuestra gran heroína de la Independencia de América del Sur solo puede compararse con la de Sojourner Truth, primera mujer afrodescendiente, nacida esclava, quien ganó un juicio en EE.UU. (famosa por su alocución ¿No soy yo una mujer?); o la feminista revolucionaria y anarquista Emma Goldman; o la científica en el campo de la química y la física Marie Curie. Pero justipreciar la grandeza histórica de Manuela, mujer consagrada a la política y la milicia y quien murió en el exilio, ofrendando su ejemplo a la inmensa causa de la libertad, es aún una tarea pendiente. Siglos de conservadurismo, parroquialismo, misoginia y desmemoria colonial nos han impedido pulsar la estatura de su grandeza histórica tanto como prócer de nuestra primera independencia; como por su aporte a la lucha de clases y de género, claves para labrar nuestra segunda independencia nuestroamericana.
Hoy también se levantan muros, burlas e improperios contra las mujeres que hacemos frente a los poderes fácticos, que blandimos la justicia, la paz y los principios del derecho internacional. En tal contexto, las luchadoras de América Latina y el mundo, hijas de Manuela, debemos asumir el poder de la sororidad para apoyarnos mutuamente, reconocer y encumbrar a todas las mujeres que lo merecen. El Ecuador está lleno de valientes y grandiosas mujeres, para quienes Manuela Sáenz es ejemplo vivo. A todas ellas, desde la vicepresidenta de la República, María Alejandra Vicuña, la canciller María Fernanda Espinosa, hasta mis hermanas que ocupan cada trinchera de trabajo de esta bella Patria, vaya nuestro abrazo sororal en nombre de una Venezuela que hoy enfrenta, junto a Bolívar y Manuela, al más bárbaro poder imperial. (O)