Punto de vista
La independencia y las identidades pluriculturales de Ambato y del Ecuador
Parecería que los héroes a caballo se hubieran metido por terrenos pantanosos. A 196 años de su protagonismo, sus celebrantes se aventuran por caminos nebulosos por donde pueden caer en emboscadas y precipicios. Pueden encontrar horizontes francos y luminosos una vez que se entienda que la pólvora, los relinchos y los caudillos quedaron para historias que nos contaron a su manera. Este 2016 diremos que las disposiciones para conmemorarlas con la juventud con desfiles cívicos, ha perdido el sentido que se confunde con lo ‘patriótico’. No es fácil cambiar el significado de esta palabra, arrancándola de himnos, solemnidades, ofrendas, héroes, uniformes, charreteras, cachiporras, repasos de marchas, tambores, cornetas, honores, venias, banderas, abanderados, estandartes, escoltas de primero hasta tercer grado, tropa, escuadras, pelotones, ceños adustos, encabezamientos, consignas, proclamas, discursos, paradas militares, banquete y un día libre. ¿Lo patriótico y las patrias son cosas de cuarteles y de soldados? Ahora se enfrentan dos conceptos: lo ‘cívico’ versus lo ‘folclórico’. Pienso que en los dos casos subyace algún trasunto cultural de quienes disponen la realización de dichos eventos; así como de quienes ejecutan o participan, que no son espontáneos, sino ordenados por disposiciones superiores. Pero por aquí va la aguja con su hebra. Pensando en voz alta, si yo fuera un beneficiario de mi libertad, diría que voy a celebrar mi independencia, según y como manda mi Constitución: Aquí vivimos todavía: indios, negros, cholos, mulatos, mestizos, chagras, blancos urbanos, blancos paisanos (montañeses se decía en 1820) y las élites varias que tienen hasta breviarios de genealogía azulina en sus sangres ancestrales. Aunque se diga que son conceptos superados por la inteligencia y la ilustración, sociológicamente siguen vigentes en nuestras conductas racistas y socioeconómicas. Digamos de modo categórico, que la independencia la celebren sus beneficiarios directos. ¿Yo pilahuín, salasaca, chibuleo, guapante, quisapincha, patate-urcu, etc., salí contento después del 12 de noviembre de 1820? Si no han visto los periódicos, hasta 100 años después se seguían vendiendo haciendas “con indios y todo”. ¿Han leído la novela Huasipungo? Y si no saben, los herederos de haciendas fueron los que hicieron su independencia política. Ellos, herederos de una república inventada, tienen pleno derecho de celebrar. ¿Yo, negro bosquimano, zambo, salto atrás, apiñonado, coyote, chamizo, cambujo, lobo, zambaigo, campamulato, tente en el aire, albarazado, morisco, prieto, harnizo, etc., vendido como costal de huesos y alma en boca por los propios próceres, de Loja, de Ambato, de Quito o Guayaquil, cargador de la fusilería y arreador de la caballería, qué beneficio me dieron después de 1820? ¿Me obligan a celebrar la independencia?
Ahora la celebración del 12 de Noviembre solo es de Ambato. Ya no hay independencia en Quero, en Baños, en Píllaro. ¿Será porque no tienen héroes? Es una fiesta urbana, de cada GAD, con invitaciones. Bien vale la pena esta cita que alude a nuestra interculturalidad: “Del español y el negro nació la alegría, del español y el indio la melancolía; y del español y el criollo la cursilería” (Agustín de Foxá). No sé si de tanto haber rodado de desfile en desfile conmemorativo por nuestras independencias, pueda afirmar que sigue siendo la misma “cantaleta” que se oye como oír llover. La educación prepara “bandas de guerra”, “bandas de paz”, “bandas de gala” que ahora se orientan a “bandas interculturales”. Mientras las bandadas de políticos están ansiosos de subir a las tribunas a recibir los honores y homenajes en reemplazo de los héroes. Esperan esas: “vista a la deré…” porque casi nunca las tribunas están “a la izquier…”, “honores ar…”. Y la juventud obediente y cumplidora de la disciplina tiene que ofrecer su entusiasmo repleto de energía: los varones haciendo piruetas y malabares con las cachiporras, asumiendo un espíritu militar como si llegaran a escasos minutos de un triunfal degollamiento victorioso. Y las muchachas, levantando sus piernas hasta el cielo proclamando, a gritos, amor a los héroes que están disgregados con sus charreteras en el firmamento. Siempre me he preguntado ¿a cuántos corruptos subidos a las tribunas hemos hecho honores en nuestra historia? (O)