Se escucha mucho hablar acerca de los países del este de Asia. Esta región ha despuntado como un potente polo de desarrollo económico e innovación, cuyos países (China, Japón, Corea del Sur, Taiwán, entre otros) han impuesto una nueva agenda geopolítica, disputándose la hegemonía con actores ‘clásicos’ como Estados Unidos y la Unión Europea.

De hecho, en Latinoamérica, estos nuevos actores están muy presentes: China se ha convertido en su segundo socio comercial, luego de Estados Unidos. Pero no solo eso, China es hoy el principal prestamista e inversionista de Ecuador y ha captado prácticamente todos los proyectos estratégicos del país.

Por su parte, Corea del Sur tiene presencia en todo el mundo con productos tecnológicos sumamente competitivos. No en vano, Kia tiene en México la ensambladora más grande del hemisferio occidental, con una planta del tamaño de 600 estadios
de fútbol, que produce 60 vehículos por hora.

La estrategia del presidente estadounidense Donald Trump, con respecto a los países del este de Asia —reciente visita incluida—, implica retrocesos en acuerdos internacionales frente a lo desarrollado por el exprimer mandatario, Barack Obama.

Trump apenas asumió el poder retiró a EE.UU. del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP, por sus siglas en inglés), el más ambicioso de la cuenca del Pacífico. Esto no abona a su pretendida neutralización de la agresiva Corea del Norte. Los 11 países restantes, entre ellos Chile, México y Perú, acaban de ratificar el acuerdo de mínimos del tratado. Pese a que nuestro país no ha solicitado unirse a este acuerdo, bien podría asociarse con Argentina, Colombia y Costa Rica, que sí lo han hecho. Esta salida de EE.UU. es, sin duda, una oportunidad para América Latina.

Por ello es fundamental que las universidades desarrollen estudios culturales sobre estos países. En tiempos de globalización, no podemos darnos el lujo de no conocer a nuestros socios e interlocutores, quienes, en cambio, nos conocen hasta en los intríngulis de la viveza criolla. (O)