La igualdad, ¿para cuándo?
Coincidiendo con el espíritu de transformación que revive cada 25 de noviembre (con las respectivas promesas, campañas y consignas), quiero empezar con la descripción de una realidad latente: es difícil ser mujer en un mundo construido para hombres.
Las condiciones estructurales impuestas desde una sociedad patriarcal: la subalternidad histórica, la falta de libertad y de oportunidades, los estereotipos de género, el acoso, la discriminación, la violencia…han desplazado, reducido, y marginado a la femineidad. Y esto no tiene por qué continuar. Es por ello que planteo la pregunta: la igualdad, ¿para cuándo? No es posible que se siga hablando de la igualdad como discurso, como anhelo inalcanzable, como muletilla (que se repite por estas semanas), sin que existan cambios significativos en la cotidianidad (es evidente la brecha salarial pero, ¿las organizaciones implementan políticas para revertir la situación?) Han existido avances, no lo niego, pero la lucha apenas comienza.
Y es que más allá de la iluminación simbólica de edificios, todos los actores sociales (hombres y mujeres) tienen la misión irrestricta de emprender el cambio, de entender que no tienen por qué existir diferencias. No es normal que las mujeres perciben menos ingresos (15%, en promedio), aun cuando desempeñan el mismo trabajo. Tampoco que su participación en las empresas sea apenas del 30%. Menos aún, que hayan sido relegadas a puestos subalternos y tareas de cuidado (el hombre, chef; la mujer, cocinera).
Con esto no quiero decir que se pretenda algún tipo de privilegio o de políticas afirmativas. La consigna, en esencia, está en levantar la voz y revertir un contexto marcado por la violencia, la indiferencia y el silencio. Solo pensemos en el infierno que han atravesado miles de mujeres durante la cuarentena (esto sí, una verdadera pandemia). Pero no todo es agresión física: también están aquellas actitudes y “creencias” (ellas son pasionales, melodramáticas) que encasillan a lo femenino en comportamientos preestablecidos. Una demanda lógica, ¿verdad?
Cuestión de revisar, además, la falta de participación política, la mínima representación en cargos directivos y la nula presencia en espacios de decisión.
Que esto quede bien claro: las mujeres no buscan privilegios sino derechos. ¿El camino? La edificación de una sociedad paritaria, justa, comprometida con la independencia sin distinción de género.