Punto de vista
La dolarización exige industrias para la exportación
Los efectos de la caída de los precios del crudo en el ciclo económico ecuatoriano deberían haber propiciado un aprendizaje colectivo: la conformación de una economía pospetrolera es una tarea que deberá acometerse más temprano que tarde.
Actuando en ese sentido, en la última semana, el Presidente de la República anunció la promoción de industrias a partir de ocho proyectos para la transformación de minerales, madera, petróleo y materias primas biológicas. Esta propuesta de industrialización tiene un carácter estratégico y sus efectos podrán ser apreciados a largo plazo. Mientras así sucede, sin embargo, la conformación de una economía pos-petrolera enfrentará algunas sendas limitaciones que están relacionadas con el régimen monetario imperante.
En términos prácticos, incluso para poder plantearse estrategias cada vez más sofisticadas de transformación productiva, incluso para constituir una sociedad basada en la producción secundaria o terciaria, Ecuador está obligado a conseguir dólares a través del fomento de sus exportaciones. El shock externo evidenció ‘anticipadamente’ que, cuando no se puede contar con ingentes ingresos petroleros, la entrada de dólares al país depende de lo que suceda con las exportaciones agrícolas y pesqueras.
En 2015, por ejemplo, el 53,8% de las exportaciones no petroleras estuvo compuesto por las ventas externas de banano, camarón, cacao, atún, pescado y café. Para fines del mantenimiento de la dolarización, el aporte de las exportaciones industriales no petroleras no fue mayor. De esto, obviamente, no se desprende que la actividad industrial no sea importante.
Sin embargo, en un país dolarizado, el fomento del desarrollo industrial requiere de una ‘agenda urgente’ que sea capaz de articular entre, por un lado, la visión de lo que debería ser la estructura productiva en un horizonte de mediano plazo y, por el otro, las necesidades coyunturales relacionadas con la recuperación económica, el mantenimiento de la liquidez, el financiamiento del desarrollo y el mejoramiento de la balanza de pagos.
En los próximos cuatro años esa articulación podría ser factible si, además de continuar y perfeccionar aquellos proyectos estratégicos, la política pública promueve la creación de eslabones entre la agricultura y algunas actividades industriales factibles de implementarse por su complementariedad con aquella.
De esta manera, a su vez, se garantizará algo fundamental para la equidad social: mantener el empleo en ramas de actividad que son intensivas en trabajo y que no podrán dar grandes saltos tecnológicos... mientras no se consoliden y rindan sus frutos las grandes iniciativas relacionadas con ciencia y tecnología. (O)