Cuando se habla de convergencia digital, se refiere a la unión de ideas o tendencias que confluyen en un mismo punto. En el país y el mundo existen brechas generacionales entre usuarios náufragos y navegantes. Cada propietario de un aparato, que almacena un torrente de información, por momentos colapsa nuestra atención. Una atención que es efímera, difusa, no permite procesarla ni conocer quién la envía o por cuál red y qué utilidad darle.

El filósofo surcoreano Byung-Chul Han, experto en el Big Data, advertía que ante una avalancha de datos la sociedad no estaba preparada para tal efecto. En términos de comunicación los contenidos en los espacios de las nuevas tecnologías para algunas personas resultan complejos y para otras se ha simplificado.

Esta última es la versión de los jóvenes, quienes se apropian de los recursos de la digitalización de manera casi automática porque son parte de su generación. En donde coinciden ambas posturas es en que la producción de contenidos ha cambiado con la incorporación de herramientas digitales que se satanizan por un lado y que son de beneficio social por otro, depende de la subjetividad y perspectiva del usuario.

Vamos tan de prisa que el consumo de mensajes simultáneos impide la concentración y logra situarnos en lo que llamaba Pascual Serrano “la comunicación jibarizada”, y de cómo la tecnología digital ha cambiado nuestras mentes y formas de comunicarnos. Aparentemente, son los jóvenes (nativos digitales) quienes han logrado apropiarse y ser protagonistas de esta nueva forma de interacción social. Algo que ha resultado complejo para una población adulta (migrantes digitales).

Según Edgar Morín, “el internet ha creado unos bienes cognitivos comunes”, lo extraño es la evidente brecha de orden tecnológico, cognoscitivo y cultural, que reconoce grandes diferencias en materia de cultura digital. Eso denota la participación de un mundo en el que todos confluyen y se representan de distintas maneras en busca de reconocimiento.

La convergencia digital debe propiciar nuevos caminos por seguir con el objetivo de orientar el desarrollo efectivo de procesos de comunicación y lenguaje hacia las tendencias tecnológicas, donde Ecuador no está exento de los efectos. (O)