La inteligencia estratégica como práctica compleja, transversal a la toma de decisiones para la conducción del Estado, en diversas escalas y dimensiones (políticas, sociales, culturales, económicas, ambientales, educativas) debe ser bien comprendida.

Atrás quedaron los imaginarios y mitos colectivos que la vinculaban exclusivamente con la seguridad y el secretismo, afectando los derechos humanos a través de una élite de iluminados que custodiaban el ADN cognitivo de un Estado. Hoy se han configurado nuevos paradigmas vinculados con el compromiso y la responsabilidad social frente a la gobernabilidad en diversos campos, no solo asociados a la conflictividad, a los riesgos y amenazas, sino a las oportunidades de un país en su conjunto y al bienestar de sus ciudadanos.

Aludiendo a la reflexión del filósofo Byung- Chul Han, la mutación de la globalización casi ha obligado a fetichizar y totalizar la transparencia como estructura de la sociedad, que está permitiendo “desmontar la negatividad”; el objetivo: el  logro de sociedades positivas cuyas acciones operacionales y bajo control, sostenidas en conceptos casi “lisos”- comprensibles para todos- son parte de una vorágine informativa en cuyo reflejo se intenta disolver cualquier margen de sospecha, a sabiendas de la emergencia de la coacción.

En materia de políticas de inteligencia nada más peligroso que esto, toda vez que desde el supuesto de los controles democráticos de la inteligencia como política pública de un estado democrático, se hable sin ton ni son de la transparencia, pues ella puede ser una trampa. El proceso de transparentar desmitificando lo negativo de la inteligencia se traslada a un espacio de instrumentalización positiva que en “aras de estabilizar un sistema” como es la conducción civil de la inteligencia, más bien lo ponga al servicio de los intereses ideológicos y políticos de “los transparentadores”. El propósito de esta estrategia es eliminar cualquier factor de disonancia hacia la consolidación de dispositivos de discurso uniformados que terminen legitimando la inteligencia, que al simplificarla aparece como en bandeja de plata para que todos quienes no están en su campo o práctica profesional, crean ingenuamente que ya tienen cierto margen de acceso a un conocimiento visto como privilegiado. (O)