Identidades
La película francesa Nos vemos allá arriba (2017), de Albert Dupontel, basada en una novela de Pierre Lemaitre, advierte que, si en la guerra hay una despersonalización, en la sociedad del bienestar, aquella se radicaliza con la desidentificación del individuo.
Nos vemos allá arriba parte de la guerra, donde dos amigos, lanzados a la furia del combate (por una autoridad que desobedece una orden), el uno casi muere, y el otro, termina desfigurado. La trama luego deriva en recuperar la vida plena, aunque para ello los sobrevivientes de ese espacio de intereses económicos que es la guerra, jueguen en un escenario político donde se debe resistir.
Para tal juego, el exsoldado desfigurado, el cual usa máscaras (además de ser un ilustrador), junto a su amigo, quien se dedica a la publicidad, traman una estafa teniendo en cuenta el diseño de un monumento a los soldados caídos.
Aquel, con sus máscaras fragua identidades (recuérdese que la palabra “máscara” significa “persona”); el problema es que, para su familia, el exsoldado está muerto y las máscaras reafirman su voluntad de esconderse, en particular de su padre despótico. El padre nunca reconoce el talento de su hijo y quiere imponerle otra forma de ser, una máscara social, producto de lo cual la guerra es el escape, donde el soldado trata de quitarse el peso de la máscara impuesta.
Pero el dibujar rostros, además, implica capturar máscaras, las de quienes serán los muertos. Lo que aparece son los rostros o las máscaras de la muerte y con ellas, una vez que el exsoldado dibuja el falso monumento, a la muerte misma, monumento o símbolo de posguerra donde la sociedad pretende recordar (diríamos irónicamente) a quienes fueron expulsados a morir en aras de intereses ocultos. El padre déspota no sería otro que una Francia (o un país cualquiera) que, en aras de la “patria”, echa a sus hijos a proteger lo que a ellos se les oculta: la riqueza para un buen vivir.
Pero más allá de ello, Nos vemos allá arriba es también un juego de búsquedas: estos soldados sobrevivientes tratan de labrarse una identidad de dignidad (dado que deben sortear su condición de heridos, de imposibilitados, de ser una especie de parias). Los que juegan sobre su memoria, claramente hacen dinero. En otras palabras, el filme plantea una danza de rostros ocultos y desocultos (piénsese la fiesta en el hotel donde se abuchea a los responsables de la guerra) que, a la final, tiene que ver con tratar de encontrar a los hijos perdidos. (O)