Punto de vista
Historia y experiencia urbana
Los nuevos enfoques de la Historia Urbana y de la Arquitectura se encuadran en los estudios de orientación analítica que tienen, como antecedentes cimeros: la sociología urbana de Manuel Castells, la historia social de José Luis Romero, la geografía urbana de Henri Lefebvre, Milton Santos y David Harvey, así como los estudios urbanos -en distintas áreas de especialización- de Ramón Gutiérrez Viñuales, Horacio Capel, Saskia Sassen, Adrián Gorelik, Jordi Borja, entre otros.
Muchos postulados de los estudios urbano-arquitectónicos descansan en el paradigma marxista. Y en esa línea, a los historiadores y otros investigadores sociales nos resulta forzoso comprender, por ejemplo, la idea rectora de Henri Lefebvre sobre el espacio urbano como producción social, aspecto que debe ser releído críticamente, en torno a las innovaciones teóricas y metodológicas que se orientan al “giro cultural” que viene operando en el campo de la historia como disciplina, desde la tercera generación de la escuela de los anales, hasta la obra de autores tan influyentes como Peter Burke, Michel de Certeau y Roger Chartier.
Desde el punto de vista de la “nueva historia cultural” se combinan los discursos urbanísticos y las prácticas reales de los habitantes de la ciudad, con el fin de entender los usos sociales, económicos, políticos y culturales del espacio, no solo como habitáculo, sino como objeto y fuente de representación. En ese sentido parece fundamental pensar lo urbano como un espacio de producción de significados culturales que permanentemente se transforma, de manera procesual, más allá de los volúmenes y las formas arquitectónicas.
La ciudad es un palimpsesto de múltiples capas espacio-temporales donde se despliegan proyectos de organización social que, a la luz de la historia, recrean distintas formas de habitar y ser en la ciudad, las que oscilan entre el cálculo impasible de los urbanistas-planificadores y el caos de la vida urbana en su real dimensión. Por ello, la ciudad debe ser leída como un gran texto de significantes interconectados, en redes cada vez más densas, cuyos significados mutan a través del tiempo.
Las condiciones estructurales de las metrópolis globalizadas nos obligan, como actores y observadores participantes, a pensar los nuevos escenarios sociales, políticos, económicos y culturales de los conglomerados urbanos, así como las formas emergentes de interacción social, desde la experiencia de un sujeto urbano cada vez más extraterritorial y desterritorializado. (O)