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Ecuador, 23 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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Punto de vista

Hay que abolir la idea de 'pureza' en cualquier grupo étnico del Ecuador

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Hay que entender la historia para buscar los rastros del alma colectiva. El problema no está solo en lo vivido, sino en cómo nos informaron y formaron. El resultado es un tanto desalentador porque hay el desencanto colectivo para los ojos críticos, cuando verificamos cuánto nos engañaron. Y esto, por cuenta de los allegados al poder político del Estado.

Todos hemos sido arreados a una forzada “inclusión simbólica” en términos de José Natanson (Le Monde, diciembre 2012, edición 152). Manipulada la información, y la disposición reglamentada, el resultado es nuestra crisis; no para los manipuladores que creen que sus teorías pueden ser eternas por conveniencia.

El Estado en lugar de ofrecer una orientación objetiva y actualizada, a lo largo de nuestra breve historia como república, se ha constituido en un aparato pulsional sobre los ciudadanos. Hemos sido “educados”, a su turno, bajo la premisa de buscar la tranquilidad que les conviene y es necesaria para sus ejecutorías. Se entiende que la clase de poder es la alta, no solo intelectualmente, sino ideológicamente (con mayor tendencia conservadora), y es la que elabora los contenidos que se seleccionan y que se han de “aprender” para sostener la idílica cohesión, en los destinatarios de las clases media y baja.

Pero las clases emergentes, cuando son más intelectuales que económicas, generan los inconformismos desde las perspectivas de la revalorización de contenidos. En este caso, se han apuntado en la lucha los pueblos indígenas y de algún modo los afrodescendientes, más apegados a una identidad histórica que ideológica.

Sin embargo, en esto hay que contrastar con esa advertencia de “peligro” que nos hacen los sociólogos, cuando creen que la parcelación de identidades es justamente lo que quiere el Estado posmoderno. Porque van a ser entendidas como cositas de grupos que a la postre no van a afectar a los intereses del Estado. Las luchas de ciertos grupos por sentirse diferentes resultan convenientes para una política nacional estatal, porque son menospreciadas por el gran aparato legal avasallador que dispone de leyes totalizantes que desvanecen todo intento reivindicatorio.

Las identidades étnicas, en Ecuador están vistas más como cosas del folclor y del pintoresquismo, antes que como amenazas de cohesión que sacudan las estructuras de la Constitución con fines reivindicatorios de peso. Digamos como ejemplo que el problema de los shuaras selváticos y la minería, no es asumido por otavaleños andinos y tejedores, o por chibuleos plutócratas financistas del cooperativismo gregario. Lo que se espera es que una identidad de las bases sea contestataria a los intereses del Estado. Se ha querido entender que la alternativa de las identidades está en el mestizaje, como concepto biológico.

Adoum en sus Señas Particulares, al decir que “Todo país es mestizo pero, en el nuestro, un gran sector de la población parece tener vergüenza del mestizaje”, se está refiriendo al grupo étnico producto de la mezcla entre indígenas y españoles. Pero el caso es que primero hay que abolir la idea de “pureza” en cualquier grupo étnico, tanto de dominantes como de dominados. Partamos del indígena,  quien se autodefine aseverando que no es un intra-mestizo, desconociendo que los indígenas fueron convulsionados por conquistas y alianzas de panacas, como en el incario, que se dice que fue parte de la estrategia expansionista. ¿No se ha dicho que Atahualpa es un inca quiteño? ¿Qué quiere decir esto?, sino que fue un mestizo al que se le atribuyen muchas madres que no eran orejonas.

Otra de las puntualizaciones es el aspecto socioestrático. La ecuatorianidad -su imaginario- no está del mismo modo en la clase alta, en la media (con sus variables), y en la clase baja y depauperada. Aquí entra la palabra conciencia y hay que vincularla con la moral pública, con la ética cívica, con los orgullos simbólicos, y hasta con la fe política.

La conciencia tiene que ver con las utopías por la justicia social, y con las esperanzas pandóricas que se nos pueden  destapar en el camino de nuestra historia. El tratado de Miguel Donoso Pareja, sobre nuestra “Identidad Esquizofrénica”, contiene el enfoque regionalista, y mayoritariamente trata de la ecuatorianidad manifestando: así los vemos, o así nos ven. Pero quisiera abundar en este tratado en el enfoque de un “así somos” para cuestionarnos desde adentro. Aún al interno del país. (O)

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