“Hacemos tesis”
En el mundo universitario, cuya misión es formar profesionales, se percibe aires de expectativa, conocimiento, ideas, proyectos, debate, producción académica. Sin embargo, en este universo en el que giran autoridades, docentes, estudiantes, aulas, laboratorios, escenarios deportivos, también hay un submundo pestífero y misterioso: el submundo de los copiones. Aquí no hay honestidad ni sangre en la cara. Aquí hay fraude. Y con fraude se puede llegar a obtener el tan anhelado título, como si fuera una “cacería del diploma”. No se sabe el número de graduados con este método mañoso; es más, nunca se sabrá, pero sí se podría saber cuán mediocre será su desempeño profesional, aun cuando su título sea exhibido -con alharaca- junto a la cabeza del venado y anunciado a los cuatro vientos con toda la resonancia.
Han venido acá estas líneas curtidas de indignación, luego de leer el artículo “Tesis doctoral a $ 900”, de Ana María Correa, publicado en la revista Diners, diciembre de 2020.
Esto de la copia en las evaluaciones no es tema desconocido. Ha sido maña incubada en un porcentaje muy reducido de población estudiantil. Desde el colegio se organizan grupos que se sientan en las últimas filas, rincones que facilitan el intercambio oral de la información o el traspaso de las famosas “pollas”. Este vicio se va perfeccionado, hasta cuando llegan a la universidad. Para más detalles, hasta antes de la pandemia, había una estudiante universitaria cuyo apodo era la “Reina de la copia”.
¿Cómo lo hacen?... Fotocopian los contenidos y lo reducen al mínimo, guardando estas pequeñísimas notas bajo la manga. Escriben en las bancas antes del examen, “formatean el pupitre”. Guardan el teléfono celular bajo las piernas. Incluso tienen las agallas de incursionar en horas-oscuridad a las oficinas académicas para ingresar en la computadora del “profe” y conseguir las preguntas… Y cuando llega el día del examen, el “profe” tiene doble trabajo: docente y policía.
Si esta es la metodología de estudio de este porcentaje muy reducido de población estudiantil, ¿por qué no pagar 300 dólares –precio de oferta- para que les den haciendo la tesis de grado? Y con factura, para no perjudicar al SRI. ¿Por qué no pagar 600 dólares –precio de oferta- para que les den haciendo la tesis de maestría? ¿Por qué no pagar 900 dólares –precio de oferta- para que les den haciendo la tesis doctoral? Así denuncia Ana María Crespo, luego de haber contactado con la “empresa” que provee este tipo de servicio. Y la pregunta de paso: ¿Cómo es que asoma fulano o fulana con el título de PhD, o su equivalente, si hace uno o dos años atrás no sabía ni hacer un plan de tesis, nunca hizo publicaciones, nunca escribió ni el membrete de su cuaderno? Vaya que la plata hace milagros.
En temas de investigación, publicaciones y procesos de graduación, las universidades tienen su rigidez y su reglamentación, a lo que se añaden ciertos filtros de control como por ejemplo el uso de programas de antiplagio. Allí, estos programas son determinantes: si el trabajo de investigación llega al diez por ciento de plagio, el estudiante debe someterse a correcciones y presentar su trabajo de investigación en una segunda oportunidad. Y si el porcentaje de plagio supera el diez por ciento, el trabajo de investigación es rechazado. Pero esto, según el artículo de Diners, se puede solucionar con el pago respectivo, contando con que el menú de aquella “empresa”, también ofrece el servicio de elaboración de artículos para tal o cual revista científica, con “descuentos especiales para grupos de más de cinco personas”.
Dos casos vienen a la memoria: a mediados de los años noventa del siglo pasado, el escándalo de la “Ministra Xerox”; y, la tesis de un ex vicepresidente, con harto contenido del Rincón del Vago (El Universo, 01-02-2013). Hablamos de lo más sonado, sin imaginarnos el número de clientes que tendrá esa “empresa” donde hacen tesis, y el número de profesionales que alcanzaron su título a punta de copia. Aquí el Ces y la Senescyt tienen la palabra, incluyendo la gestión de rectores, vicerrectores de investigación, decanos y directores de tesis. Ojo. (O)