Punto de vista
Guaridas fiscales, paraísos financieros
Bastante tinta ha corrido desde la publicación de los ‘Panama Papers’. Aun así, no se toca el fondo del tema. Las guaridas (havens), no paraísos (heavens) fiscales, son la visualización más concreta del problema central de la economía actual, la concentración de la riqueza que ahoga al mundo: 21 millones de millones de dólares escondidos por 91.000 personas / 200 millones de desempleados sustraídos de la producción y el consumo.
Si es legal o no, si es legítimo o ilegítimo sacar subrepticiamente esa riqueza de los países que la producen, no es lo relevante. Lo significante es que tal riqueza está siendo carcomida velozmente por la polilla de la improductividad. Como dirían quienes creen en pajaritos de oro, Dios no castiga ni con palo ni con rejo, Él sabe cómo hace sus cosas.
En rigor, esta riqueza no es de quienes la encaletan en guaridas ocultas. Pertenece a quienes la producen, a los trabajadores: para eso trabajan, para vivir y para mejorar cada día sus condiciones de vida. Es el sentido del trabajo humano, único que crea riqueza real. En términos de los economistas, valor real. No hay otra forma: lo demás es riqueza ficticia, especulación financiera, malabarismos con símbolos estampados en papeles que no representan más valor del que crea el trabajo. Si esa riqueza no regresa a la producción, pronto la devora su inactividad productiva. Se desinflará como una burbuja, otra figura eufemística con la que se disfraza esta realidad.
Los 1.500 millones de trabajadores del mundo no producen para que 91.000 personas que no trabajan derrochen el producto de sus esfuerzos. Pero las cosas se han organizado de tal modo en la sociedad humana que los ociosos ostentan el derecho espurio de apropiarse de lo que producen los que sí trabajan. Este mecanismo, sin embargo, conduce por su propio funcionamiento a su autodestrucción. Cuando cae Lehmann Brothers, cuando una quita destruye la guarida fiscal de Chipre o cualquier otra, lo que desaparece es el falso valor que representaban toneladas de papeles sin respaldo real. No, no desaparecen: se transforman en otros papeles: acciones, títulos, productos financieros.
Hasta que un día, ¡crac!, pierden su valor. Caen las bolsas, quiebran los bancos. Se desencadena una situación como la actual, que se ha querido solucionar emitiendo sin escrúpulos más y más papeles falsos, billetes o ‘productos financieros’ vacíos de valor, a la espera de que, sometiendo a la más despiadada austeridad a los trabajadores y a sus familias, vuelvan a rellenarlos de valor. Producir solo para rellenar las arcas vacías de la banca mundial. Y una vez creada esa riqueza, sacarla rápidamente del lugar donde se produce para sepultarla de nuevo en guaridas: volver a sembrar ficciones, paraísos financieros, no producción.
Solo que la realidad se está encargando de destaparles el juego a estos piratas modernos. Juego sucio que solo desaparecerá cuando la riqueza real esté en manos de quienes la crean: los trabajadores de todo el mundo. (O)