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Ecuador, 22 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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Punto de vista

Europa: Unionistas, escépticos, neoliberales y fascistas

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La victoria del referéndum por la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea el pasado 26 de junio, es uno de los mayores signos de la profunda crisis por la que atraviesa la unión continental liderada por el neoliberalismo.  Es también una señal de la crisis del modelo de globalización neoliberal que impacta en todo el mundo. El triunfo del Brexit no fue algo impredecible para intelectuales de izquierda como Chantal Mouffe, quien constató que fueron los impulsores de la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea, los que le pusieron el mayor entusiasmo a la campaña plebiscitaria. Esta perspectiva no sorprende en una analista que siempre ha mostrado la importancia de las emociones en el campo de la política. Sin embargo, en este caso las emociones fueron movidas principalmente por un populismo de derecha que captó el resentimiento de los sectores populares y de clase media, blancos y despolitizados, que sufren en carne propia los efectos de una unión que ha priorizado el capital sobre los seres humanos. Estos votantes, muchos de los cuales flirtean de manera cada vez más desbozada con el fascismo, culpan a los migrantes de ser los responsables del desmantelamiento paulatino de los disfrutes que alguna vez tuvieron en el estado de bienestar de la posguerra, del desempleo y del desmantelamiento de sus fábricas. Esto a pesar de que la mayoría de votantes a favor del Brexit están ubicados en zonas con bajas tasas de migración y de las incuestionables evidencias de los beneficios que la migración ha producido en el norte global.

El triunfo del Brexit es una caja de sorpresas hacia el futuro pero cualquier balance del presente muestra que una de las tendencias más importantes de la Unión Europea actualmente oscila entre la profundización del unionismo neoliberal y del separatismo fascista de corte popular, proyectos que, a pesar de sus grandes diferencias económicas, guardan grandes coincidencias políticas. De otro lado, está la izquierda y un ala radical de la social democracia que, a pesar de tener éxitos relativamente importantes en países como Grecia y España, se encuentra dividida entre la opción vergonzante de apostar por una unión que ha estado dirigida por el gran capital y ha desmontado los beneficios acumulados de la posguerra o por una separación de la Unión Europea, hoy cooptada por conservadores, racistas y fascistas.

De hecho, lo que para algunos fue la sorpresiva decisión del conservador David Cameron de llamar al plebiscito, solo puede entenderse como resultado de la presión puesta por diputados de su propio partido, quienes le amenazaron de afiliarse al extremismo de derecha del Partido de la Independencia del Reino Unido de Nigel Farage, en caso de que no convocara la consulta popular. En rigor, el voto por la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea devino en un rotundo apoyo a los postulados euroescépticos y racistas del partido de Farage. Del lado de los neoliberales que apuestan por el mantenimiento de la Unión, sus objetivos no pueden ser más claros: la alineación de la Unión Europea a las políticas militaristas de los Estados Unidos contra los países norafricanos por el control del petróleo, el desmantelamiento de las industrias en países y zonas  débiles de la unión y la obligación de contraer deudas financieras para mantener los requisitos de permanencia en el espacio comunitario ya que no se puede recurrir a la devaluación monetaria, son situaciones que están afectando de manera especial a los menos poderosos como Grecia, España, Portugal e Italia, así como a los migrantes que de manera obligada salen de países desmantelados por la ofensiva militar del neoliberalismo. (O)  

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