Durante la Era Industrial (1752-1957) el sistema político creado por la Revolución Francesa y adoptado por muchos países del mundo funcionaba relativamente bien con los principios de libertad, igualdad y fraternidad, dando cierta coherencia, orden y estabilidad social; escuelas, colegios, universidades, familias, tribunales, organismos públicos reguladores e instituciones también funcionaban relativamente bien, ya que en esas épocas no había la comunicación instantánea de la que hoy disponemos. Sin embargo, en la Era Industrial no todo fue felicidad, el mundo estuvo azotado por dos guerras mundiales, epidemias, pobreza, derrumbes de la bolsa, depresiones económicas y escándalos de corrupción. Pero nada de eso se sabía al instante sino en meses. Jorge Fernández en su libro Tránsito a la Libertad narra que en el siglo XVIII un piano o una carta de París a Quito llegaban después de un año; las noticias y los bienes recibíamos con una lentitud asombrosa, lo que no ocurre actualmente.

El astronauta ruso Yury Gagarin en 1957 “conquista el espacio” y nace lo que yo llamo la Era del Conocimiento, dando a luz al internet que nos permite comunicarnos en segundos. Actualmente, seis mil millones de personas intercambian entre sí billones de mensajes por las redes sociales, tales como: WhatsApp, Twitter, Facebook, Instagram, Flickr, YouTube, etc., con opiniones diversas y contradictorias que recibimos de inmediato. Por lo tanto, es necesario inventar un nuevo régimen político que actualmente descansa en la Presidencia, el Congreso, la Asamblea, el Poder Judicial y otros poderes que los políticos manejan.

Hasta que no se invente un nuevo régimen político, las instituciones de educación superior pueden jugar un papel vital e importante. Desde el prekinder, primaria, secundaria y universidad se debe enseñar en forma permanente y continua “ética, valores y principios” para que las nuevas generaciones aprendan desde chicos lo que es moral.

Por otro lado, las universidades deben ofrecer cursos de educación continua sobre ética, valores y principios para todos los funcionarios públicos. Actualmente, el mundo está sacudido por corrupción, prepotencia, incertidumbre y descontento, y es responsabilidad de todos, especialmente de los políticos, el corregirlos. (I)