La mayoría de nosotros conocemos a alguien que vive con una discapacidad, una condición que debe ser analizada desde un enfoque social y global.

En Ecuador, el 12,5% de la población tiene algún grado de discapacidad, casi 2 millones de hermanos ecuatorianos que no pueden ser ignorados.

Ser incluyentes no solo es responsabilidad del Estado, es una obligación para cada miembro de la comunidad.

Debemos tener claro que el Estado no puede sostener un cúmulo de necesidades crecientes, desde algo tan sencillo como la difusión, pasando por la problemática de educación y trabajo inclusivo, hasta la facilitación de ayudas técnicas y tecnología asistiva.

Para afrontar todas estas necesidades se requieren recursos y estos, lamentablemente, son escasos. Así, el involucramiento de cada ciudadano es esencial para lograr una verdadera inclusión.

Queda claro que es necesario también del apoyo de particulares, empresa privada y ONG dedicadas a la rehabilitación de personas con discapacidades, especialmente para mejorar la calidad de vida de personas con discapacidades neurológicas, uno de los grupos vulnerables que son “invisibles” para la mayor parte de la sociedad y la forma de lograrlo es con terapia de alta calidad, sin embargo, el dar terapia es solo la punta del iceberg.

Se necesita rehabilitar a la sociedad, llegar a lo profundo del entendimiento y de los corazones de cada habitante del país, y lograr que comprendan su rol en la inclusión. El mantener una vereda despejada, no usar los espacios para personas con movilidad reducida o incluso el compartir una sonrisa con alguien que está más allá de los estándares de “normalidad” es la semilla del cambio.

Sin duda, el hecho de que un gobierno se sensibilice ante la discapacidad evoca el lema “Nada de nosotros sin nosotros”, acuñado por el Caucus Internacional de la Discapacidad. Poco a poco va quedando atrás la imagen de lástima cuando se ve a alguien en una silla de ruedas. Ahora el pensamiento trasciende de la condición al ser humano.

Invito a cada una de las personas a involucrarse activamente en la lucha por la inclusión.

Primero que nada, investigando acerca del tema, ya que la información es crucial para poder comprender las realidades de otros y ponernos en sus zapatos.

Una vez que sabemos y entendemos, podemos darnos cuenta de cuán importante es apoyar el trabajo de quienes dedican su vida a las personas con discapacidad, a quienes luchan incansablemente para lograr que un adulto mayor que, por ejemplo, sufrió un accidente cerebrovascular vuelva a dar un paso, o que un pequeñito con parálisis cerebral logre decirle “te amo” a su mamá, por primera vez. (O)