Encuestas a la carta
Es una verdad de perogrullo que para elaborar una estrategia de campaña electoral eficiente se requieren de encuestas. De la calidad de sus resultados dependen temas importantes como la identificación del público al que se debe hablar, el mensaje a posicionar, las necesidades de la población y los escenarios electorales para saber si un determinado candidato tiene o no posibilidades de ganar.
Son, de igual forma, un instrumento técnico para evaluar el desarrollo de la estrategia, conocer cómo evoluciona la percepción u opinión ciudadana y medir determinados temas o acciones que marcan la coyuntura.
Sin embargo, a las puertas de los comicios generales en Ecuador, proliferan encuestas a la carta que; lejos de ser técnicas y profesionales, son un menú elegido al gusto de ciertos equipos de campaña casados con prácticas poco éticas o candidatos que tratan de posicionar su nombre a la brava.
Las usan, en algunos casos, para pescar financistas ingenuos. Personas, gremios o empresas que tienen interés de aportar recursos a las campañas y que demandan más que lindos discursos para tomar una decisión definitiva.
También para convertir a un candidato en el centro de la atención en un momento determinado de la lid electoral, en que se necesita orientar la conversación pública. Lo sorprendente es que hay medios tradicionales, digitales y analistas que se prestan para aquello.
Otro uso de las encuestas en la política real es para alimentar el espíritu de las estructuras organizativas y políticas que están alrededor del candidato. Después de todo, quién trabajaría convencido, entregando su tiempo y esfuerzo, por alguien que no tiene posibilidades de llegar a ocupar un espacio de poder.
A veces ni siquiera se toman la molestia de tener una encuesta, en estricto sentido. Les basta con pagar un sondeo de opinión en algún ilustre desconocido portal digital o apelando a las nuevas herramientas online para consultar a los cibernautas.
En parte, estas prácticas son las que han abonado a que instrumentos tan necesarios para la campaña pierdan su valor. Frente a eso, tantos medios de comunicación como candidatos, comandos de campaña e incluso la ciudadanía, están en la obligación de tratar a las encuestas como a cualquier otro insumo de datos.
En primera instancia verificando su contenido con la fuente primaria y verificando que tenga una ficha técnica; número de muestra, periodo de aplicación, porcentaje de error y evidencias gráficas del trabajo en el caso de que se hayan aplicado puerta a puerta.
Luego, es fundamental contrastar con otras encuestas para que se pueda tener una fotografía lo más completa posible de la realidad. Y, quizá lo más importante, identificar el interés y la agenda de quién difunde la encuesta. Solo así se podrá devolver el valor que tienen las encuestas y, sobre todo, evitar que nos quieran ver la cara con sondeos a la carta.